Pedro El Granaíno, que debuta en Logroño, y Antonio de Patrocinio, actúan hoy en los Jueves Flamencos del Bretón, a partir de las 20.30 horas
Confiesa Pedro Heredia Reyes ‘El Granaíno’, que tiene a «José Monge y a Enrique Morente en la mente con toda naturalidad». Pero no escatima elogios a Tomás Pavón, un cantaor legendario hermano de la Niña de los Peines: «Me cambió el sentido, muero por él». Tomás sufría una dolorosa enfermedad y no podía beber vino. Se tenía que limitar a tomarse un vaso de leche. Primo Antonio, ¡qué malo es tener que cantar sin poder beber!, cuenta la leyenda de sus lamentos, recogidos por Ricardo Molina.
-¿Le ha influido comenzar tarde como profesional del cante?
-Empecé tarde, pero llevo en los escenarios desde 2007, que fue mi debut con la compañía del Farru. Me daba pánico cantarle a un monstruo como él. Le decía que me perdonara, que yo tenía mis negocios, que me dedicaba a la venta ambulante. Pero me propuso que me fuera con él dos meses a Madrid con una compañía nueva que iba a montar con Pino Sagliocco. Me fui con el espectáculo de la familia, hasta que en 2011, después del Festival de Jerez, en un espectáculo que se llamaba a ‘Al Natural’, la gente me comenzó a llamar para actuar en peñas y en festivales y tomé la decisión de no cantar más atrás. Y fue un paso clave, porque yo sabía que podía aportar muchas cosas que no podía hacer cantando para bailar. Pero también me siento muy orgulloso de esos años porque creo que te aportan muchas cosas como cantaor, que luego cuando estás solo te viene muy bien: conocimiento de los ritmos, los palos, el oficio, los recursos.
-¿Le costó dar el paso de convertirse en cantaor?
-Es que no era decir que no a una cosa por decir que no. Tengo muchos compañeros que no han querido o podido pegar el salto. Es complicado; conozco casos de grandes cantaores que a la hora de tirar para adelante no han sido capaces. Ponerte delante del público significa que eres tú sólo y estas tú solo, que tienes que contar tus propias fatigas, tus quebrantos. Siempre he pensado que cada uno con lo que canta es con su alma, por eso cada cual canta diferente. Nadie puede cantar igual que nadie…
-En su época de la venta ambulante ¿cómo cantaba?
-Lo hacía para la familia, en las fiestas, como me sonaba. Pero cantaba sin conocimiento, como por instinto. Escuchaba un tema y lo cantaba. Pero eso no era estudiar; ese paso lo di escuchando a Tomás Pavón, que fue el que le me tocó la puerta para que yo me pusiera a estudiar. Lo escuché y que me dije que aquello tenía un interés superlativo para un cantaor contemporáneo.
-De niño ya le animaban a que cantara…
-Sí, me decían que tenía un metal especial, pero luego hay que estudiar y saber qué es una soleá, una malagueña, la granaína. Ahí reside la clave de cada cantaor. Tomás Pavón y Enrique Morente han sido esenciales en mi carrera a la hora de aprender. Yo escucho desde Marchena a Manuel Torre y desde Camarón a Morente, o desde Chocolate a Fosforito. Los he estudiado a todos, pero luego introduces tus matices de voz o de color a cada uno de los estilos. Valderrama me encanta pero sé que no puedo expresarme con la velocidad que él tenía y por eso me lo llevo a mi terreno. Morente es uno de mis grandes referentes y me sucede que yo hago cosas suyas y muchos jóvenes no le han escuchado cantar nunca. Y dicen ¡eso es de Morente! Nos ha pasado con los tientos de la Leyenda del Tiempo de Enrique, que los creó y a los que nadie les ha metido mano. Donde vamos nos la piden. Los genios dejan las cosas ahí… Siempre digo que soy de Enrique y de Camarón.
-El cante por Camarón no parece fácil…
-Es el más difícil de todos. Yo tuve un tiempo que según el sitio al que iba a cantar si tenía intención de hacer algo de José lo quitaba. Era muy grande. Si ibas a un sitio y cantabas por Mairena, Tomás o Caracol, la gente lo saludaba. Pero si lo hacías de Camarón es como si no lo terminaran de aceptar. Ahora, ya me subo al escenario y tengo a José y a Enrique en la mente con toda naturalidad.
-Es cierto que usted se enteró de que Tomás escuchaba a Chopin y que se puso usted también a escuchar su música.
-Estaba buscando un libro que se llama ‘El Príncipe de la Alameda’, sobre Tomás, y a través de un amigo conseguí el libro porque yo le regalé un disco de Mairena. Y no sé cómo lo hizo pero me llegó a casa. Empecé a leer su vida, que me fascina, y descubrí que en casa de los Pavón se escuchaba a Chopin y ahora lo escucho yo.
«La soleá de Talega y Manolito María me llegó en el momento justo»
«Cuando yo descubro la soleá me da un vuelco el mundo», explica el Granaíno, que suspira por Juan Talega y Manolito María. «Tomás siendo de Sevilla hacía mucho la de Cádiz o la de la Serneta, que la de Alcalá. Y cuando yo me pongo a estudiar a Talega y a Manolito, le cojo otra onda a la soleá. No sé por qué. También el tiempo, las tablas y encontrar a un guitarrista como Antonio de Patrocinio, que en ese sentido me dio la pausa que necesitaba para meterle mano a la soleá. Y una vez que me encuentro cómodo en ella me doy cuenta de todo lo que me estaba perdiendo. Pero también que conocer la soleá me llegó en el momento justo, cuando tenía que llegar».
Explica Pedro que en el recorrido a cantaores antiguos como Don Antonio Chacón ha sido esencial el trabajo de Morente: «Su disco homenaje con Pepe Habichuela es una obra maestra que nos trajo el alma de un maestro increíble».