Tiene Arcángel en su voz un manantial de cante absolutamente hermoso y profundo; más allá de su conocimiento de la raíz del flamenco, más allá de su elegancia, de lo pulido de sus tonos, de su modulación perfecta y de su ensimismamiento cuando se sube al escenario, está su compromiso con el cante y la belleza que destiló todo lo que hizo el jueves, desde que se abrió con notable armonía merced a una una profusa colección de tientos y tangos hasta que después de la maravillosa granaína -titulada ‘Dos Corazones’ y que interpretó Dani de Morón en solitario- se centró en la figura de Enrique Morente para destilar una segunda parte increíblemente bella. La soleá inicial rebosó esa sensación del que canta sin red; la soleá morentiana, con esos perfiles de los melismas imposibles del maestro, conjugó la belleza hasta extremos de rendición. Todo acompasado por la creación de paisajes sonoros que se detenían en el tiempo con esa noble fragilidad del agua de un estanque en la que se reflejaba el compás de Diasera, siempre como adherido a un ritmo interior que fluctuaba en cada tercio haciendo necesario el su sonido multiforme. La Aurora de Nueva York fue una especie de cenit, con la voz de Arcángel armada de adjetivos y nardos, con el sutil dramatismo de la guitarra de Morón. Los tres esculpían el silencio de metáforas, de palabras y notas en un singular edificio que decidí saborear con los ojos cerrados para no perder ni un instante de aquella conmoción sonora tan edificante para el alma. Y no puedo olvidar lo tenebroso de la siguiriya, con ese inicio absolutamente metafísico de una guitarra que llenaba cada espacio de esas sensaciones que se escurren por los dedos. Y el grito ancestral de Arcángel, que cantaba para dentro, rebuscando en sus tripas el alma del flamenco, la raíz del cante, las razones del universo.
XXIV JUEVES FLAMENCOS Cante: Arcángel. Toque: Dani de Morón. Percusiones: Agustín Diasera. Teatro Bretón. Lleno. Primer concierto del ciclo. 23 de enero de 2020.