domingo, 8 de septiembre de 2019
Al natural, Rafael Azcona en el ruedo ibérico
Contaba Rafael Azcona que del primer torero del que se acordaba era de Domingo Ortega, aquel paleto de Borox que acabó dictando conferencias en el Ateneo de Madrid y que protagonizó la mejor película taurina de la historia: ‘Tarde de toros’, dirigida por el genial húngaro Ladislao Vajda. Y lo cierto es que existe algo de la verticalidad de Ortega en este natural al aire de un Rafael juvenil y elegante, captado por Esteban Chapresto en el ruedo de la desaparecida Manzanera y que rescató del naufragio Jesús Rocandio, que ha insuflado de vida –tras salvarlo– al increíble archivo del fotógrafo logroñés. La imagen es del año 1951 y posiblemente Azcona se hacía un toro imaginario de cara a una novillada que se iba a celebrar 12 de octubre, en la que se presentarían dos valores logroñeses: Pepe Alfonso Herráiz y Félix Alonso Granada. Y es que en la segunda parte de aquel festejo varios aficionados lidiarían sendas vacas de Manuel Etura, entre ellos Ciriaco Díez Dueñas (que fue banderillero de primera categoría) y Rafael Azcona, que se anunciaba con el apelativo de ‘Alamares’. Ese mismo otoño se dio cuenta de que Logroño se le quedaba pequeño: «A pesar de haber escrito mil veces la palabra‘triste’, ni me ponían una corona de laurel ni nada». Y se fue a Madrid: «Yo nunca había estado en un pueblo tan grande y, al principio, anduve un tanto despistado», escribió el propio Rafael.
El gran guionista amaba el toreo y era feliz en la plaza neomudéjar de Fermín Álamo pero nunca soñó con ser torero, «aunque me hubiera gustado como a todo el mundo. No era un iluso y nunca me decidí. Entonces se daban en Logroño más de una docena de funciones de todo tipo. A todo se llamaba toros. Todo era toros. Sobresalían personajes como Pepe Zamora, Migueliyo, Currillo, Barguilla...», le explicaba a Pedro Mari Azofra en una entrevista. En aquel ambiente de la plaza se recuperó hace unos años una imagen insólita de Rafael de niño en el sorteo de un jamón. Y un jamón en la España de la posguerra, de Carpanta y la autarquía era todo un acontecimiento pantagruélico. Es posible que Rafael recordara muchas de aquellas andanzas infantiles entre toros y sorteos para escribir ‘Plácido’, quizás ‘La gran comilona’ o hasta ‘La Vaquilla’, tres de sus obras más extraordinarias.
La vieja Manzanera organizaba novilladas muchos días de verano: toros para empezar (mejor dicho, novillos de la tierra), vaquillas para los aficionados y baile para arrejuntarse sin restregar los cuerpos, que las sotanas tenían ojos avizores que se cuidaban de no permitir solaz alguno entre los torerillos y las muchachas prendidas del brillo de los alamares.
La guerra, la plaza, la cárcel
Para Azcona la plaza de toros era un lugar especial, como revela esta confesión que realizó en la revista oficial de Las Ventas en una de sus últimas entrevistas: «Los militares convirtieron a La Manzanera en prisión durante la Guerra Civil y haciendo de monaguillo en los Escolapios, un domingo acompañé a un cura que les cantó una misa a los prisioneros hacinados bajo los tendidos. Lo pasé mal porque aquel lugar yo lo conocía como un espacio maravilloso al que mi padre me llevaba antes del año 36. Luego, en la posguerra, recuerdo algún festejo en los que las cuadrillas, al final de paseíllo, en lugar de amagar el monterazo, saludaban a la presidencia brazo en alto».
Heliodoro Díaz, uno de los amigos logroñeses de Azcona, recordó en un homenaje su estampa como torero: «Era muy pulcro. Cuando iba a torear se preocupaba mucho de su atuendo y de su gorrilla». Y Rafael admiraba a Manolete: «Me dejó un recuerdo imborrable. No sé si templaba más o cargaba menos, pero era increíble verlo torear. Me cautivó por su estoica personalidad. Si a esto se añade que murió en la plaza...». Y también a Antonio Ordóñez «al que admiré como a nadie» y la mítica corrida de Paco Camino a favor de la Beneficencia, con seis toros de Pablo Romero, «es uno de los últimos, puede que sea el último recuerdo muy positivo que guardo. En todo lo anterior puede influir también la edad. Me empiezo a cansar de ir a los toros», le confesó a Azofra. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja