Tarde seca y dura para Diego Urdiales ayer en la primera de sus tres comparecencias en este San Isidro que ayer celebró su segunda función con un impresionante lleno de ‘no hay billetes’ en una tarde de calor africano. Parecía un verdadero milagro aguantar al sol y con el culo en el granito hirviente de los tendidos atesados en el gran día del patrón labrador de la capital de España. Volvía el riojano a Madrid tras su histórica actuación de la Feria de Otoño y la afición venteña lo recibió con una gran ovación al deshacerse el paseíllo. Y exactamente eso fue lo que le duró el goce ayer a Diego, porque se las vio con dos imponentes torazos de Ricardo Gallardo que apenas le regalaron media embestida para hacer el toreo. Y se fajó con los ambos en sendas faenas sordas, en dos actuaciones con las zapatillas ancladas en el ruedo en las que tiró de repertorio técnico para sobreponerse primero y ahondar en la desesperada búsqueda del lucimiento. Pero era una meta imposible, ciclópea; apenas un milagro podía cambiar las nefastas intenciones de sus dos morlacos, dos toros sin acometividad y clase que acabaron defendiéndose y sin recorrido. El primero fue un Fuente Ymbro especialmente incierto que expresó desde los primeros lances con el capote sus intenciones: derrotes y nula entrega y con la sensación de que se reservaba el motor y las fuerzas para cuando se sabía ganador de la partida. Derribó espectacularmente el caballo de Óscar Bernal, el picador de Urdiales. El varilarguero voló literalmente por los aires y cayó de muy mala manera al suelo: de cabeza y sin apenas poder amortiguar el empellón con las manos. Se quedó a merced y por esos milagros que de vez en cuando suceden en la tauromaquia, el toro no hizo por él y se libró de una cornada que parecía segura.
No mejoró la cosa en banderillas, donde el calagurritano Víctor García ‘El Víctor’ se la jugó de verdad en un par de máxima exposición. El toro seguía derrotando y Urdiales se empeñó en la medicina del toreo mandón y severo por abajo. Toreo estético y con fondo para poder a un toro sin clase al que le fue buscando las vueltas por ambos pitones sin conceder ni un milímetro a la galería. Faena de torero no muy bien comprendida porque el riesgo que asumió fue máximo, sin concesiones, sin nada que fuera bisutería. Pero no hubo el eco que se merecía la apuesta. Lo fue sobando y hubo una serie en redondo en la que Urdiales logró ligar tres muletazos muy templados y rematados por abajo que dejaron al toro ‘listo de papeles’. No hubo más y ahí terminó el primer capítulo y casi la corrida entera para el de Arnedo, ya que el quinto fue otro monumento a la belleza del toro de lidia que se quedaba a mitad de la suerte cuando no se iba directamente al pecho.
Diego lo recibió con el capote en los terrenos del tendido siete buscando el refugió ante un viento molesto y racheado que aunque no era muy fuerte condicionó el toreo con los vuelos. En banderillas el toro comenzó a escarbar y aunque su condición no presagiaba nada bueno, Urdiales lo brindó a Don Juan Carlos, el Rey emérito, que ocupaba una localidad con la Infanta Elena en el tendido de preferencia que se sitúa sobre los chiqueros. Diego ordenó a su cuadrilla llevar al toro a los terrenos del seis y allí planteó la faena. Lo sacó al tercio y en la segunda serie con la mano derecha se le vino cruzado directamente al pecho. Intentó alagar la embestida con el sutil vuelo de los engaños, pero el toro se quedaba siempre a mitad del muletazo. La faena no terminó de despegar y el público despidió al astado con una sonora bronca.
El premio de la corrida se lo llevó Miguel Ángel Perera con el gran toro Pijotero, un encastadísimo ejemplar de Ricardo Gallardo con el que se empleó en una faena mandona y espectacular con la mano derecha en la que logró tres emocionantes tandas basadas en la distancia y la ligazón. La estocada fue fulminante y cortó dos orejas (protestada la segunda) que le sirvieron para abrir la puerta grande.
o Feria de San Isidro. Toros de Fuente Ymbro: muy serios, armados y hondos; una corrida imponente de proa a popa. Destacó el 3°, Pijotero, un astado de gran empuje que fue a más durante toda la faena y que embistió siempre por abajo y de forma incansable. El lote de Urdiales apenas dio opciones: reservón e incierto el primero y sin clase y con peligro sordo su segundo. Finito de Córdoba: silencio y pitos. Diego Urdiales: silencio tras aviso y silencio. Miguel Ángel Perera: dos orejas tras aviso (muy protestadas) y silencio. Plaza de Toros de Las Ventas (Madrid). Segunda de abono. Lleno de no hay billetes. Miércoles, 15 de mayo de 2019.