«Ha pasado mucho tiempo desde que me presenté en Logroño, pero la esencia es la misma y la ilusión permanece intacta», explica el cantaor madrileño Paco del Pozo, que actúa esta noche (20.30 horas) en el Teatro Bretón en el penúltimo concierto de los Jueves Flamencos. Paco del Pozo debutó en Logroño en 1998, con su flamante Lámpara Minera y en la segunda edición de un ciclo que encabezó Chano Lobato, con nombres extraordinarios como Pepe Habichuela, Tino di Geraldo, Duquende, y Vicente Soto, entre otros: «Qué gran cartel».
-¿Qué queda de aquel joven cantaor?
-En el fondo soy el mismo, aunque tengo mucha más experiencia y una enorme madurez. Sigo con ese temperamento que me ha definido desde siempre como cantaor.
-¿Qué recuerdos tiene de Logroño desde sus inicios?
-Preciosos, he actuado varias veces en la gira del norte y siempre me quedo con la sensación de que he dejado muchos amigos. Antonio Benamargo me dice siempre que vuelvo es por aclamación popular. Llegué con 23 años a la primera actuación y el público me recibió con un calor especial. La afición de Logroño me gusta porque es agradecida y a la vez exigente. Notas como los oles son siempre a tiempo y se nota que tantos años de ciclo flamenco ha creado una gran base de aficionados.
-¿En qué medida ha evolucionado su expresión artística?
-Siempre digo que el cante no es ajeno a la evolución personal y emocional de cada uno. Hay una cosa que me ha hecho crecer que es mi parte pedagógica. Llevo diez años de profesor en la fundación flamenca ‘Casa Patas’ y tres en el Conservatorio de Madrid dando clases. Este trabajo me ha hecho cambiar mucho porque veo el cante de otra manera; soy mucho más analítico porque tengo que explicarlo a los alumnos. Pero destaco por encima de todo mi evolución personal. Con veinte años no escuchaba a Marchena quizás porque no me sentía identificado con su cante o no me sentía capaz de hacerlo. Sin embargo, ahora le escucho e intento hacer sus cantes. Todo eso tiene un proceso. El cante está vivo y como artista no te puedes cerrar a ninguna influencia. Ahora tengo más registros y puedo cantar de formas diferentes.
-Antes parecía que algo así era un sacrilegio...
-Eso lo dicen hoy en día los que no tienen otra cosa que ofrecer. Quizás los cantaores que no nos hemos desarrollado en entornos absolutamente propicios para el cante nos hemos dado cuenta de que el cante mismo hay que desarrollarlo en todas sus facetas. Fíjese, muchas veces me han dicho que soy un cantaor largo y estudioso. Y la verdad es que yo no he estudiado nunca. Lo he escuchado siempre por gusto, por placer, siempre estoy escuchando cante. Eso es lo que te mantiene y te hace evolucionar.
-Usted es profesor. ¿Se puede aprender a cantar flamenco?
-Desde luego, es un arte trasmitible. Los alumnos que vienen con el perfil de preaficonados tienen mucho ganado. Yo siempre digo que es una música culta que requiere de un cierto acercamiento antes de ponerte a cantar. Todo el mundo puede aprender; yo tengo alumnos de todas las edades. Luego la expresión va dentro de cada uno. Los mitos se van cayendo poco a poco y a las pruebas me remito con muchas de las primeras figuras del cante contemporáneo.
-¿Qué piensa de la crítica?
-Se ha perdido mucho con la digitalización. Me da pena, pero las grandes cabeceras de la prensa española que siempre tenían sus críticos apenas hacen referencia al flamenco. He tenido malas experiencias con alguna crítica y me las tomaba como constructivas para seguir mejorando.
-¿Cómo será el concierto?
-Como una actuación clásica pero con matices diferentes. Se suele cantar por siguiriyas, pero yo haré tres cabales seguidas y diferentes para romper un poco con la tonalidad habitual; o la guajira al calor de la evolución que me llevó a escuchar más a Marchena y a endulzar el cante.
-¿Hay riesgo de convertirse en ‘cantante’, como diría algún crítico?
-José María Gallardo me dijo que yo era un grandísimo cantaor y también un grandísimo cantante. Esas cosas hay que tomárselas con humor, siempre con humor. o Esta entrevista la he publicado en Diario La Rioja