El riojano y ‘El Juli’ cortan una oreja por coleta en una tarde de toros mal presentados y una gran entrada
El Juli logró sus mejores muletazos con el primero de José Vázquez y a partir de ese momento se quedó sin opciones de triunfo ni de toreo
Urdiales consumó un faenón al mansísimo ‘Acastañado’, un toraco de José Vázquez manso de solemnidad en los primeros tercios que se rebotaba de najas de los piqueros tirando coces pero que dentro de su corpachón tenia un fondo de nobleza y de casta que sólo toreros en sazón, como hizo ayer Diego Urdiales, son capaces de ver, entender y después torear. Se dice torear, no pasar los toros por allí; se dice someter, se dice, incluso, sentirse con la avalancha de embestidas a las que domeñó -rodilla en tierra- con un fajo superlativo de muletazos primordiales para dejar claro en los compases iniciales de la faena quién mandaba allí. Y a partir de ese momento, la sinfonía en un terreno escogido por el de Arnedo con resuelta inteligencia. Un poquito más allá del tercio en la cercanía de los chiqueros, donde el toro podía embestir sometiéndose a la muñecas de hierro y las yemas de seda del riojano, que comenzó en redondo, dando aire al morlaco en los primeros lances de cada serie para obligar a partir del tercero con la plomada puesta y el toro viajando allí donde le dictaba el torero. Hubo inteligencia en los tiempos que dejó entre serie y serie; la forma de citar, la muleta lacia, la torería en fin, consumada sin aspavientos y haciendo de la naturalidad el frondoso árbol de su tauromaquia.
La faena se fue intercalando de remates de la casa, unos airosos, como la giraldilla; otros más profundos, como los del desprecio con el compás abierto y la ayuda como nervio central de la escultura del toro y el torero. La plaza rugió y se entregó al máximo con ‘su’ torero al natural. Dos series largas y hondas, a compás, sosteniendo el empuje del toro que lo quería siempre todo por abajo.
Tenía las dos orejas en la mano. Se fue a por la espada, y cometió el error de querer redondear la faena (ya estaba hecha) con tres naturales a pies juntos en el platillo. El toro se descompuso, se acordó de aquella mansedumbre de la que hizo gala al principio de la lidia, y el riojano se atascó con la espada. Sonaron dos avisos. El triunfo se esfumó, pero el toreo estaba hecho. Acabábamos de vivir la faena de la tarde y de la feria.
‘El Juli’ cortó la oreja a su primer toro, el que abrió la corrida; un ejemplar de José Vázquez sin trapío ni presencia alguna. Suelto y flojo en la primera parte de la lidia pero al que el torero de Velilla comprendió maravillosamente en una faena limpia, muy templada, y que remató por luquesinas cuando el astado ya se mostraba completamente reacio a embestir. La estocada fue fulminante y la petición de oreja, unánime. Ya no pudo hacer más El Juli puesto que el resto de los toros que le cupieron en suerte no le ofrecieron la más mínima opción. Lo intentó con el noble Zalduendo al natural, pero no existió la más mínima posibilidad de que la faena tomara vuelo. El de Garcigrande fue una birria.
El segundo de Urdiales salió como un buey y de la misma forma se comportó. Era el de mejores hechuras pero resultó el más deslucido.
Y salió el sexto, un Garcigrandre cariavacado y con engañosa movilidad. Un toro como alocado que no paró de moverse por el ruedo y de soltar la cara desde los embroques hasta la consumación de las suertes como un molinillo. Era un reto comprometerse con él como lo hizo Urdiales para torearlo de verdad. Y además, su principal defecto fue la incomodísima tendencia de no parar de gazapear entre serie y serie.
Urdiales le plantó cara en redondo en los medios, para liberarle de querencias. Lo pudo por abajo y lo intentó al natural alargando la embestida con la muleta en la mano izquierda en un ejercicio de compromiso con la plaza de Logroño, a la que tanto quiere. Cortó una oreja para las estadísticas, pero el toreo, su verdadera sinfonía había surgido con el manso de José Vázquez, la ganadería que luce el histórico hierro de Aleas.
o 4ª de la feria de San Mateo
Toros de distintas ganaderías: José Vázquez (1º, mal presentado, noble y soso; 2º, grandón, manso pero de encastada nobleza); Garcigrande (3º sin trapío alguno, canijo, estrecho, sin cara, rebrincado y sin fondo; 6º, lavado, sin presencia, con genio y movilidad, el más difícil de la tarde); Zalduendo (4º, bien hecho pero manso como un buey, intoreable; 5º se tapaba por la cara, afligido y pesaroso, aguantó dos series). En conjunto, seis toros que no respondieron por sus hechuras, trapío, presencia ni juego a la categoría de la plaza Logroño.
Julián López ‘El Juli’: oreja; silencio y silencio. Diego Urdiales: silencio tras dos avisos; silencio y oreja tras aviso. Plaza de toros de La Ribera, más de tres cuartos. 8.500 espectadores (datos de la empresa). Corrida presidida por Manuel González, asesorado por Salvador Arza y José Matías Hernández (vet.). Cuarta corrida de abono. 21 de septiembre de 2018.