Ezequiel Benítez (Jerez de la Frontera, 1979) tiene en el cante la gran pasión de su vida y explica que el flamenco, más que cantarlo, hay que decirlo: «Cuando yo le digo a alguien que le quiero no se lo digo cantando. No musicalizo demasiado ese te quiero para no alargar las sílabas y que no llegue un momento en el que no te acuerdas si te ha dicho te o te ha dicho quiero. Y yo como cantaor de Jerez soy más de llegar al corazón en un momento, de que te aborde la historia cuanto antes. Ésta es mi forma de cantar. Yo reconozco que hay gente que le gusta más el lirismo. Y me parece perfecto, pero ésta es mi forma de sentir y nunca voy a renunciar». Así explica su concepto Ezequiel Benítez, esencia pura del jerezano barrio De Santiago, que esta noche a partir de las 20,30 horas abrirá en Bodegas Ontañón la XXII edición de los Jueves Flamencos.
-¿Se siente más feliz en esta orilla del cante?
-Tengo las dos almas, pero defiendo esta parte que cada vez se hace menos, porque aunque pueda parecer extraño al ser como la más corta, la realidad es que es mucho más compleja.
-¿Cómo fueron sus inicios en el cante?
-Yo nací en una familia de absoluto aliento flamenco y cantaor; aunque de manera profesional solo cuento con un tío mío que hizo vida en Barcelona. Mi padre es un gran estudioso del flamenco que ha dedicado buena parte de sus vida a este arte y que ha estado detrás de muchos artistas. Ésa ha sido una gran suerte para mi porque lo he tenido desde niño en mi casa. En ese sustrato me di cuenta de que quería ser flamenco y por mi cuenta me iba a los sitios a cantar. Mi padre comprobó que mi afición era verdadera y comenzó a ayudarme y enseñarme durante varios años de aprendizaje y concursos.
-¿Marca tanto en la forma de expresarse como cantaor el hecho de nacer y desarrollarse en Jerez?
-Puede ser, pero yo siempre digo que mi meta es encontrarme cada vez más a mí mismo y eso supone hallar al cantaor más natural posible; quiero cada día saltar más hacia el abismo y ser capaz de descubrir en mi interior cosas nuevas sin tener prejuicios sobre el qué dirán. En el flamenco te puedes encontrar con sensaciones realmente cuando te olvidas de todo lo demás. Es decir, que salga el alma, el yo verdadero que está dentro.
-Parece una empresa difícil, casi imposible, porque muchas veces de la sensación de que se buscan cantaores que recuerden voces del pasado. Cuando se dice: éste canta por ‘El Borrico’, por Sordera....
-Siempre he tratado de ser yo mismo. Una de las cosas que más me gustan es cuando me dicen que Ezequiel no se parece a nadie. Creo que eso no se aprende, eso es una cosa que la llevas impresa en tus genes desde el nacimiento. En mi caso yo le doy las gracias a Dios todos los días porque es muy hermoso que alguien escuche tu cante y sepa que eres tú. Eso no quiere decir que no haya aprendido de otros, todo lo contrario, hay cantaores que me entusiasman como Tío Borrico, Manuel Torre y tantos otros.
-¿Escucha más allá de Jerez e incluso más allá del flamenco?
-Me gusta mucho la música cubana, el pop, la clásica. Para un artista es una suerte vivir en una época repleto de medios para escuchar otras músicas. Y ahora, que están muy cerquita ya, todo lo que tenga que ver con los carnavales de Cádiz.
-¿Qué es lo que cree que define la forma de hacer el cante de Jerez?
-Lo escuchas y lo sabes. Quizás sea ese deje que tenemos a la hora de pronunciar, pero es muy enriquecedor que cada ciudad y cada pueblo de la geografía del cante flamenco tenga su propio sello.
-¿Esa técnica que se materializa en una forma de cantar determinada está por encima de lo que a uno le sale de dentro?
-La técnica no la sentimos. Está ahí, pero surge. Tu aprendes de escuchar a uno y a otro. Como que se traslada y la adaptas a tus propias cualidades. El ensayo para hacer una escala de una forma determinada no existe en el flamenco. En el cante uno cuenta su causa y yo tengo mi causa y la cuento. El noventa por ciento de lo que canto son letras compuestas por mi padre o por mí mismo. No me gusta echarle cuentas a la técnica, porque acaba saliendo sola de tanto cantar, escuchar y prepararte. Dios te da unas cualidades y si tú las trabajas acabarás cantando mucho mejor. Yo soy un cantaor que se ha encerrado muchos años en el cuarto pero no por buscar la técnica, sino por el amor que siento hacia el cante. He llegado a ensayar hasta nueve horas diarias sin sacrificio. Y lo que está claro es que siento que soy capaz de hacer cosas con la garganta imposibles de conseguir si no hubiera trabajado tanto. o Esta entrevista la he publicado en Diario La Rioja