Urdiales ofrece la mejor tarde de su vida en Logroño, desnuda el toreo y el palco le niega un triunfo histórico en Logroño
Diego Urdiales desnudó el toreo ayer en Logroño. Meció el capote de una manera sublime, toreó en redondo y al natural como nadie, enterró la espada en la yema y el presidente de la corrida, con una actitud que no alcanzo a comprender, le robó la puerta grande de una forma clamorosa. No tiene explicación lógica el ridículo tan espantoso que hizo el palco, con Manuel González a la cabeza y con el asesor Salvador Arza a su izquierda. Increíble. La plaza le hizo dar una segunda vuelta al ruedo a Urdiales (yo hubiera dado tres o hasta cuatro, si se me apura), gritó ¡torero!, ¡torero!, ¡torero! y le devolvió la afrenta al usía con una pitada que hacía años que no se recordaba en el coso logroñés. En este caso no había disculpa posible, ni la espada ni la emoción ni el toreo. Incomprensible y más que triste: patético.
Pero mucho más allá de las orejas, de los triunfos, está el toreo, el refugio en el que Urdiales habita desde niño y que, tal y como demostró ayer (una vez más) interpreta como nadie. No existe ahora mismo ningún torero en escalafón que se le acerque ni soñando. Y buena prueba de ello fue su faena al cuarto, un toro altiricón, feo de hechuras, manso, con embestidas desordenadas como un sudoku. Y allá que fue Urdiales para dictar una verdadera lección. Comenzó en redondo, tan suave, tan enterrado en la arena, tan sabio con las alturas, que 'Sombrerero' comenzó a caer hipnotizado en los vuelos. Urdiales le firmó dos soberanas tandas por ese lado hasta que sacó la izquierda y la plaza cayó rendida a sus pies. Perito en torería como perito en lunas, en un ademán al salir de una tanda, el toro se le vino por la espalda y le dio un volteretón espantoso. Ni se miró el diestro. Henchido y tremendo, se fue de nuevo hacia el astado y le cuajó la mejor tanda de naturales que se ha dado en esta plaza desde que se inauguró en el 2001. Fue sencillamente excepcional, compás, duende, ritmo. Toda la belleza del toreo resumida en esa serie de muletazos que le brotaron a Urdiales de lo más recóndito de su alma. No había dolor, tan sólo el asombro de la tauromaquia, la insospechada naturalidad de un tipo jugándose su vida con una entereza que destierra para siempre cualquier mediocridad. La grandeza del toreo en su máxima expresión. Se llama Diego Urdiales, nació en Arnedo y marca las diferencias.
Y buena prueba de ello es lo que sucedió ayer con sus dos compañeros de terna, y fundamentalmente con Miguel Ángel Perera, que no estuvo, que quedó literalmente barrido por el toreo que acababa de contemplar. En sus dos toros, además, y de forma mucho más acusada en el quinto, un astado de una clase excepcional por el pitón derecho. No fue capaz de darle ni uno y estuvo a la deriva sin lograr plasmar absolutamente nada con un animal que no consentía el más mínimo desajuste. Cayetano también tuvo un buen toro: el cuarto, al que masacró en varas. La faena quedó en nada. En el sexto dibujó una actuación ventajista en la periferia del toro y del toreo. Daba la sensación de que ambos diestros jugaran a otra cosa. Porque ayer entre lo que hizo Urdiales y sus dos compañeros de terna existe tanta distancia que casi da miedo hasta pensarlo.
«Yo he sentido el toreo y los olés rotos de toda la plaza»
El mosqueo que se vivió ayer en la plaza de toros de Logroño tardará en olvidarse. La actuación del palco del coso de La Ribera no dejó indiferente a nadie porque la petición de la segunda oreja para Diego Urdiales fue unánime. El torero de Arnedo no quiso hacer ninguna valoración sobre la actuación de la presidencia: «Me quedo con lo que he sentido en la plaza, con la tarde que he dado a mi público y con lo que he podido sentir toreando con el alma. A estas alturas de mi carrera eso es lo más importante. El resto, sinceramente, me da exactamente igual».
-¿Se encuentra bien de la voltereta?
- Sí, me duele un poquito en la zona de la axila y voy a pasar a la enfermería; es como si tuviera un desgarro.
-¿Qué ha sido lo más importante de la faena al primero?
-Le he sentido la calidad desde el capote, aunque también sus escasas fuerzas, por eso he tenido que ir haciendo todo con extrema suavidad.
-¿Había que consentirle mucho?
-Era fundamental afianzarlo primero para que no perdiera las manos. Cualquier violencia en los toques le sentaba fatal, pero yo he notado que si era capaz de darle el temple necesario me podía valer.
-¿Y el cuarto?
-Ha sido un toro muy clásico de esta ganadería. Con tendencia a salirse suelto, como distraído siempre y muy informal desde que ha salido.
-¿Cuál ha sido la clave de la faena?
-Creo que básicamente el temple, por la derecha lo he ido afianzando mucho al principio para luego tomar la izquierda, que era el mejor pitón.
-¿Se ha confiado a la salida de la serie cuando el toro le ha dado la voltereta?
-Nunca terminas de confiarte, pero la verdad es que se me ha venido de forma inesperada.
-Entonces, la gente se ha vuelto loca...
-Son esas cosas que suceden, pero yo sabía que la faena tenía todavía un gran número de argumentos por explicar.
-Gran estocada aunque el toro ha tardado en doblar.
-Era una animal muy grande, pero estoy muy contento del momento que atravieso con la espada.
-¿Con qué se queda de la tarde?
-Con el toreo, estoy feliz con lo que he sentido y muy orgulloso de todo lo que me ha dado la plaza de Logroño. Ha sido una tarde inolvidable.
-¿Qué le queda de temporada?
-El sábado toreo en Talavera de La Reina y un festival en Salamanca con Tomás Campos.
o Artículo publicado en Diario La Rioja