domingo, 3 de septiembre de 2017

INTELIGENCIA ANIMALISTA

Este fin de semana dos animalistas saltaron al ruedo con un toro en la arena. Sucedió en Francia, en la localidad de Carcassone, un pintoresco pueblecito amurallado situado entre Perpiñán y Tolouse. Un novillo de Miura dio sus primeras carreras por el redondel y desde el tendido de la zona de chiqueros, una pareja (chica y chico) se plantó en la boca de riego en mitad de la querencia natural del astado, que es algo así como ponerse en la vía del tren en un paso a nivel sin barreras. El bicho los vio y se vino a por ellos como una locomotora. La muchacha le sacó la mano como diciéndole para, para, que he venido a salvarte y apretó a correr. Y el novillo, vaya usted a saber por qué, giró en el último instante, y se lanzó a por el incauto bípedo implume. La paliza fue colosal, voló por los aires, se lo pasó de un pitón a otro y ninguno de los de su grupo movió una pestaña por él. Un banderillero le hizo el quite; el toro atendió al capote, pero regresó a por su salvador y le asestó otro viaje tremebundo. Las cuadrillas, al fin, lograron rescatarle y se lo llevaron desmadejado y a rastras al callejón. Nunca se había visto nada igual. Hasta ahora solían saltar con el toro muerto y empezaban a dar botes por el ruedo hasta que llegaba la Policía y se los llevaba entre aspavientos y soflamas. Pero en Carcassone sucedió algo extraordinario porque hay que ser verdaderamente estúpido para lanzarse al ruedo con un novillo vivo. Y además, desconocer profundamente la naturaleza de un animal al que dicen defender. El toro no se apiadó del iluso activista que salvó su vida de milagro y por la intercesión de las cuadrillas, que se jugaron la suya propia por poner a salvo uno de los franceses más tontos de toda Francia. ¿Hubieran hecho lo mismo si fuera al revés? Lo dudo. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja