domingo, 21 de mayo de 2017

EL COMPÁS DE DIEGO VENTURA Y NAZARÍ



El compás es una de esas palabras que unen el toro con el flamenco y que en ambas expresiones artísticas pertenecen sólo a los elegidos por el destino. Y lo cierto es que su definición siempre ha sido una aventura complicada. De hecho, se puede cantar con ritmo, igual que torear con ritmo y carecer compás. El compás es algo profundo, esquivo, es una especie de inmediato desvarío, una sensación única de encuentro entre la embestida templada de un toro y un capote o una muleta, o como vimos ayer en Madrid, con un rejoneador (Diego Ventura), su montura (Nazarí) y un toro de Los Espartales. Se torea a compás cuando lo que se hace se siente con el corazón, o más allá, con el alma. Ayer, hubo un momento en la corrida, que se sintió ese chispazo del compás genuino, no del toreo abierto a las interpretaciones técnicas, a los abismos del duelo o a la mera sensación de hermosura. Se sintió el compás.

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