lunes, 10 de abril de 2017

MARAVILLOSA INTIMIDAD

Canciones que necesitaban ser cantadas, canciones que estaban en la memoria, impresas en el tiempo, luminosas, únicas, inolvidables... pero que no se merecían el silencio que había decretado el tiempo deteniéndolas en los anaqueles donde las cintas magnetofónicas duermen en sueño de los justos ante el desconcierto que a buen seguro les provocan las nuevas tecnologías, los ya desfasados ‘cedés’ o la música en ‘streaming’. Lole y Manuel en esencia misma de la pura esencia de su sentido más íntimo. Dolores Montoya, Manuel Molina y ahora su hija Alba Molina Montoya colocando las cosas en su sitio gracias a un concierto de maravillosa intimidad para poner un colofón de nácar a los conciertos del Salón de Columnas de esta inolvidable XXI edición de los Jueves Flamencos. Quizás, la de Alba ha sido la actuación más diferente de estas dos décadas de conciertos. No se escuchó el cante por siguiriyas, por soleá, por tientos, pero hubo compás de todos esos cantes, acentos de todos los estilos, ecos de todos los duelos del flamenco más gitano, el de los del bronce, que escribían los viejos revisteros. Alba Molina, mujer sanguínea y singularmente hermosa, hizo una velada distinta y convirtió en única la noche, el fragor de esos cantes de Manuel, de esa fuerza telúrica de Lole esquiva a cualquier razonamiento, distante del más mínimo conformismo. Libres como una brizna de hierbabuena, dulce como el amanecer en el Aljarafe sevillano y silencioso como el río aquel que se quedó dormido para que durmieran los gitanos nómadas en sus caravanas cuando iban de Córdoba a Sevilla. Alba Molina fue mucho más allá de una mera reivindicación familiar, cantó como los ángeles en un manojo de bellísimas canciones en las que fue coleccionando un inimitable caudal de recursos: desde el susurro más delicioso al requiebro gitano y primigenio, al grito puro del cante de los canasteros. De todo hizo pero sin abusar de nada; gotas que fue derramando en el estanque donde descansa el manantial de creatividad del para siempre inimitable e inolvidable Manuel. Cantó por Lole y por Manuel, sin ser ninguno de los dos y siendo los dos a la vez y por completo. Alba Molina, además, se trajo a Logroño a un aliado perfecto. Joselito Acedo, tocaor flamenco que dota a su sonido de una acusada modernidad y de un resabio de viejos toques. La vuelta que se dio por bulerías fue brutal, por ejemplo, gracias a uno de esos juguetillos donde se enredan la creatividad y el duende gitano, que es el duende que el jueves se apoderó de un Salón de Columnas que volvió a vibrar entusiasmado. Un ciclo magnífico de mujeres flamencas en vena, distintas todas y cada una de ella y soberbias cantaoras.

o XXI JUEVES FLAMENCOS (Alba Molina canta a Lole y Manuel). Cante: Alba Molina. Toque: Joselito Acedo. Salón de Columnas del Teatro Bretón (localidades agotadas). Jueves, 6 de abril de 2017.
o EsTa crónica la he publicado en Diario La Rioja

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