Los Jueves Flamencos continúan su camino en el calendario instalados en la excelencia. Los dos últimos conciertos entrañaban el riesgo de lo desconocido para la mayor parte de los aficionados: la veterana Antonia Contreras y la novísima Celia Romero. Y ambas actuaciones han sido magníficas y como prueba de ello no hacía falta otra cosa que ver la forma en la que los aficionados, puestos en pie, despidieron este jueves a la artista extremeña y a Paco Cortés después de algo más de una hora de entrega absoluta y de cante grande. Celia Romero es un tesoro, un portento de flamencura y pasión por el cante, un diamante increíble que con apenas veinte años lo tiene todo por decir y cantar. Posee una de esas voces cinceladas por el tiempo, una voz con acento oscuro y rancio; vieja y nueva a la vez, poderosa, con ese punto de rango salvaje que tanto conmociona en el flamenco. Pero es una voz que todavía tiene que evolucionar y matizar esos relieves que si la cantaora sigue por este camino de pureza y entrega la pueden hacer grande. Además tiene alma cantando, contenido y esa tensión que sabe poner para precipitarse con embrujo en los tanguillos o con solemnidad dramática por soleá. Es decir, que tiene tablas y que es capaz de llenar con su sola presencia todos los ángulos de un escenario en la que se la ve feliz y dichosa. Y además, Celia es inteligente y se hizo acompañar por una de las guitarras más expresivas del flamenco para los cantes. Paco Cortés está instalado en el Olimpo y tiene la grandeza y la generosidad de los grandes para estar al lado de los que empiezan y dotarles de esa sabiduría de su compás del tiempo, de su elegancia flamenca, de su maestría. Y la conjunción de ambos fue una maravilla tanto para los aficionados como para el público que rota en los conciertos y sale asombrado de estas bellísimas actuaciones. Celia comenzó con cantes de Trilla con algo nunca visto en este ciclo. Salió por detrás y fue dejando cada tercio en tres paradas por el patio a milímetros de los espectadores. El compás lo depositó en sus pisadas. Maravilla con la que conmocionó y captó la atención con el primer ‘quejío’. Y no fue el suyo un concierto liviano. En absoluto, ya que cada uno de los cantes que hizo fueron de los de máxima exigencia y de tener muchos recursos para hacer la granaína y la media tan profunda y después jugar con la esencia de esos tangos de Badajoz en los que sonsacó las entretelas de sus orígenes. Me gustó por soleá; la taranta fue conmovedora y sólo al final rebuscó en los cantes de compás rítmico, como las alegrías, las bulerías y esos tanguillos gaditanos que aprendió con Mariana Cornejo. Se despidió por fandangos, el público puesto el pie, la afición contenta y Celia y Paco hechos un brazo de mar con esa sonrisa que ofrece la felicidad de la espuma del cante, tan esquiva, pero tan plena cuando nos roza.
o XXI JUEVES FLAMENCOS Cante: Celia Romero. Toque: Paco Cortés. Salón del Columnas del Teatro Bretón (localidades agotadas). Jueves, 30 de marzo de 2017. Esta crónica la he publicado en Diario La Rioja