Carmen de la Jara es Cádiz, su cante, su esencia, su vida y sus vibraciones. Está considerada como uno de los emblemas del flamenco de la Bahía, aunque ama el tango de Piazzola y el compás de los cantes ida y vuelta, que los borda. Su carrera, jalonada con el Premio Nacional de la Cátedra de Flamencología de Jerez, está marca también por la investigación de los sonidos más genuinos de su tierra, de los flamencos ancestrales que pusieron los andamios del complejo y rico acervo de los diversos palos: «Me emociona escuchar a los artistas antiguos y aprender y sentir cómo hacían las cosas; el compás aquel, su musicalidad», explica una flamenca de solera que esta noche debuta en Logroño (21 horas, Salón de Columnas) con la guitarra de Antonio Carrión y las palmas de Diego Montoya.
-¿Se puede asegurar que existe un sonido en el cante que sea gaditano?
-Siempre se ha dicho que Cádiz y los puertos tienen un alma especial. Los puertos son la Isla de San Fernando, Puerto Real, El Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda y los investigadores lo explican que tenían un punto en común en los cantes por el tráfico marítimo que compartían, el trasiego de las personas que con el tiempo confluyeron en unas formas de cantar similares entre sí y además distintas al resto.
-¿Cádiz y Jerez tan cerca la una de otra y qué dos expresiones más diferentes?
-Es verdad y ahí está la gracia del cante flamenco, que tenga tanta riqueza y que se puedan distinguir tantos estilos distintos y dentro de cada uno de ellos las variantes que se dan.
-¿Como las alegrías de Cádiz?
-Son una clase de cantiñas, como el mirabrás, la romera o los caracoles, que decían que eran las alegrías de Madrid, o las que cantaba el Niño de Barbate o Torrijos. Son cantes que tienen un origen común, mezclado con las influencias de otros lugares como Aragón y que después se fueron desarrollando con artistas específicos y variantes locales.
-Usted plasmó en un en un doble Cd la investigación de Antonio Barberán sobre los cantes de Cádiz y los Puertos. ¿Imagino que fue un trabajo muy enriquecedor?
-Recibí el Premio de la Cátedra de Flamencología de Jerez que fue muy emocionante, pero supuso una búsqueda y una puesta al día de todos aquellos cantes y formas flamencas que pueden quedar en el olvido. Había que reflejarlos, ser lo más fiel posible a cada uno de los estilos y de la multitud de variantes que existen, tanto por las estribaciones de los cantes como por las coplas, la multitud de letras que hay.
-¿Se nace con el cante o se puede aprender?
-Las dos cosas. A mí me encanta el mundo del fandango, pero los cantaores de Huelva lo cantan con el alma especial que tienen y sale de otra manera. Lo mismo sucede con los cantes de Levante, que son bellísimos, pero los que los sienten con hondura son los que han nacido allí. Yo canto todos esos estilos, pero donde me siento verdaderamente plena son los cantes de mi entorno.
-¿De Jerez era Don Antonio Chacón y creó la malagueña?
-Es verdad, las malagueñas y las granaínas suyas son sencillamente memorables. Se acompasaban muy bien a su forma de cantar, a las formas de su voz, a esos melismas mágicos que era capaz de hacer.
-¿Y Enrique el Mellizo, de Cádiz, y padre también del cante?
-Decían muchas cosas de él, era universal pero lo adoptaron los gitanos como suyo. Se le dijo de todo, pero trabajaba en el matadero de Cádiz, era puntillero de toros y actuaba en los cafés cantantes de Cádiz donde lo comparaban con Chopin por su musicalidad. La malagueña del Mellizo es maravillosa y la hacía genial Pericón.
-En Logroño la afición se acuerda mucho de Chano Lobato, otro grande de Cádiz...
-Juan era increíble; tenía un conocimiento enciclopédico y un compás sublime. Era el cante gaditano sublimado. Lo admiré mucho y le queríamos todos.
-Existen muchos cantaores desconocidos para los públicos mayoritarios que sin embargo han tenido una influencia importantísima en el desarrollo del cante contemporáneo.
-Desde luego. Hay muchos, uno de ellos es el Viejo de la Isla de finales del siglo XIX, hermano de María Borrico. Este hombre creó una escuela propia por siguiriyas. Al igual años después que Aurelio Sellés, otro genio de las siguiriyas, absoluto conocedor de los estilos de Enrique el Mellizo, a los que les dio fama por su gran refinamiento. Claro, hablamos de Caracol, de Tomás Pavón, de cantaores muy influyentes y no nos podemos olvidar de otros muchos que crearon escuela. De unos queda el rastro de sus grabaciones, de crónicas, letras o estilos que se conocen por las coplas que interpretaban y las formas de cantar que nos han llegado merced a la memoria oral, de lo que ha ido quedando en los cantes que decían que eran suyos.
-Luego está América....
-Y África, el sonido del tam-tam, que también tiene su influencia en el flamenco. Al principio de todo estaba el cante para bailar. Los tangos se bailaban, los tientos se escuchan, son como una recreación de aquellos inicios. El cante nace del baile y después está el saber escuchar cada cosa.
-¿Cómo ha planteado el concierto de esta noche?
-Sonará el Cádiz que llevo en mi corazón y en mi memoria, los cantes en los que soy feliz.
-¿Habrá cantes poco transitados, rarezas para aficionados?
-De todo habrá...
-Lleva a Antonio Carrión, un tocaor experto en cante.
-Es uno de los grandes para acompañar, un guitarrista que sabe escuchar, de los que ya no quedan. o Esta entrevista le he publicado en Diario La Rioja