Un cante que te atraviesa con una nitidez sin la menor mota de afectación; un cante cristalino y de una finura cada día más expresiva y emocionante. Así estuvo Mayte Martín el jueves en el Bretón desde que comenzó por granaína hasta que culminó su bellísimo concierto por fandangos naturales con el público aclamando esa manera tan personal de transitar por el flamenco. Mayte Martín cada día canta más despojada, más desnuda; todo lo que es innecesario lo aparta para competir con el silencio, para arañar del cante la pura esencia de lo que es. Sabe el fruto a su raíz, que escribió Lope. Y así brota el flamenco cuando pasa por la garganta y el alma de una cantaora que se consuma en su máxima expresión por la batalla sin cuartel que ha emprendido contra la vulgaridad; respeto absoluto a una memoria que adora y entronización de la belleza. Para empezar se marcó dos bellísimos cantes por granaína, dichos con soberbia delicadeza, con una sutileza tan asombrosa que parece imposible cantar más hermoso. Había puesto el nivel por todo lo alto con una musicalización expresiva y también sustentada en el toque de Salvador Gutiérrez, todo un maestro que dotó al concierto de una vibración especial con su sólido compás y la flamencura de su sonido. Mayte estuvo muy honda por soleá, palo especialmente luminoso en una garganta que lo bordó por cantiñas -cuánta majeza- o esa eclosión final por bulerías rayanas a lo bélico pero servidas en bandeja de plata por esta catalana fina y personal, sin duda la voz más auténtica del flamenco contemporáneo. Mayte canta diferente porque es distinta a todo el mundo, pero esa distinción nace de un profundísimo conocimiento de los cantes que la lleva a seleccionar cada palo y dentro de él las composiciones más ricas de melodía y letra. Todo lo que hace sobre el escenario lleva el signo de complicidad con el público y un obsesivo afán de perfección en cada uno de los arrabales de su actuación. Pero si existe algo que me conmueve es su fidelidad a lo que representa. Ha logrado establecer un rico y profundo diálogo con el flamenco para lograr que cada concierto sea completamente distinto, dar sentido y relato para que no se la coma la rutina. Por eso embelesa, porque tiene el don del cante y el valor del artista que detesta la autocomplacencia. Existe en su carrera como un desafío constante contra la naturaleza del pesimismo, de su inteligencia y pasión depende uno de los últimos reductos del cante, un espacio en el que no hay lugar para la especulación o la trampa. Así es Mayte Martín, un bicho raro que canta y hace lo que le da la gana.
o XXI JUEVES FLAMENCOS Cante: Mayte Martín. Toque. Salvador Gutiérrez. Primer concierto de abono. Teatro Bretón (lleno). Jueves, 19 de enero de 2017. Crónica publicada en Diario La Rioja