Foto: Carmelo Bayo |
El novillero mexicano corta dos orejas a un encastadísimo toro de la ganadería madrileña en la última corrida de la feria
Felicísimo enuentro el vivido entre 'Bastonito' de Baltasar Ibán en la última función del Zapato de Oro con el novillero hidrocálido Leo Valádez en una faena de emoción absoluta y que tiene todos los números para convertirse en la mejor de la feria. El novillo de Ibán era una preciosidad, bellísimo de lámina, serio y además hijo de 'Santanero', aquel bravo ejemplar indultado por Fernando Adrián hace unos años en esta misma plaza en una tarde para la memoria taurina de Arnedo. Y la faena tuvo emoción desde el primer momento porque el toro tenía una de esas embestidas encastadas, de las que pesan porque lo quería todo por abajo y cortaba la respiración encada arrancada. No era fácil someterlo y por eso mismo comenzó por abajo, sacándoselo del tercio hacia los medios con guapeza, con un muletazo rodilla en tierra que fue un auténtico cartel. Se detuvo el tiempo por unos instantes y se instaló en la plaza la sensación cierta de que lo que estaba por venir iba ser muy importante. La realidad es que todo se le hizo bien al novillo desde el principio, desde la brega de Pepín Monje al sensacional puyazo de Óscar Bernal, sin duda el varilarguero más afortunado de la corrida y del abono. El toro apretó de lo lindo, romaneando y con toda su alma, y el piquero salmantino aguantó con la puya en la base del morillo sin inmutarse, sin barrenar y sin ninguna ventaja. Lo que se dice un puyazo de arte.
Muchas intensidades
Y la faena fue el resumen de muchas de las intensidades que hacen grande el toreo, porque el novillero mexicano le dio una y otra vez todas las ventajas a un morlaco que sólo pedía una muleta exigente y capaz de domeñar aquella locomotora. Además, no consentía ni el más mínimo enganchón ni cualquier atisbo de duda. Valádez comenzó en redondo y creciendo después al natural llevando siempre con los vuelos el destino de un animal que no quiso bajar ni un segundo su magnífica intensidad. Sonó el pasodoble 'Diego Urdiales' y el público arnedano coreó al unísono la maciza faena del diestro, un novillero que siempre ha ido de la mano del profesor riojano Pedro Alonso, uno de esos locos maravillosos del toreo que siempre apoya a los chavales que dan sus primeros pasos en esta complicadísima profesión. La faena fue a más, el toro también y comenzó a pedirse el indulto desde algún sector del coso pero de forma minoritaria. Leo Valádez apuró la faena de rodillas y tras una estocada contraria y un descabello afloraron tres pañuelos en el palco: dos blancos para las dos orejas y el azul de la merecidísima vuelta al ruedo al bravísimo burel escurialense. El resto de la corrida estuvo marcada por la exigencia de una corrida muy seria y encastada de Ibán y ni Daniel García ni el francés Adrián Salenc pudieron refrendar su esfuerzo con el triunfo. o Esta crónica la he publicado en larioja.com