El flamenco expresa un dolor y el toreo profundo sale del alma, es imposible la verónica pulida de Rafael de Paula sin comprender ese dramatismo barroco e integral de su personalidad flamenca, de su rima acentuada con el diapasón de un compás gitano que tan claramente se adivinaba en sus rodillas al aposentar su cuerpo para torear con el capote, meciendo la tela como El Torta templa la garganta, como Manolo Caracol se iba por fandangos que se rebelaban contra sí mismos, o el llanto de Camarón al elevar su deliciosa voz evocando el arte y la majestad de Curro Romero. Se rompe Rafael, que ya no podía, con ese capote y sale derramando una lágrima en cada embroque. Paula es el toreo de la naturaleza y Juan Moneo de las borracheras del silencio, cante roto por viejo, por el acento desconsolado de la última pena.