lunes, 19 de septiembre de 2016

LA VIRTUD DE CONMOVER

A veces el toreo tiene la virtud de conmover, el poder de la ensoñación, la capacidad del
ensimismamiento; a veces, en contadas ocasiones, el toreo traspasa el alma y ayer en Logroño, para que se sepa, Julián López ‘El Juli’ desnudó su alma, apartó de sí cualquier artificio, cualquier artimaña y se entregó al toreo. Así, sin afectación alguna, sin miramientos para consigo mismo y con una verdad como hacía tiempo que no le había visto. Es más, confieso que había perdido toda esperanza con él y su tauromaquia. Lo vi en San Sebastián y en Valladolid frente a José Tomás y aunque en aquellas dos tardes cortó cuatro orejas ante la impresionante presencia del maestro de Galapagar, su toreo me pareció vacuo de corazón, repleto de fuerza, inapelable en el marcador de triunfos eso sí, pero sin el alma maciza de ayer, sin esa huella que te arrasa, en la que no caben imposturas ni tratados de nuevas tauromaquias retorcidas hasta la desesperación. Ayer ‘El Juli’ toreó mecido y a compás, hubo momentos con más de media muleta arrastrada por el ruedo, instantes de cintura rota, de una expresividad refinada por la lentitud, esa lentitud que marca la duración del muletazo mucho más allá de su largura. Lo vio con el capote, donde ya comenzó a afinar su sueño, le replicó Urdiales de manera soberana por chicuelinas de seda, y a partir de ahí, la eclosión lenta de su tauromaquia más profunda, con sitio, con espacios que fue llenando entre serie y serie jugando al toro sin el toro, dando importancia a la obra sin ademanes de batalla, sin ese ardor volcánico que lleva marcando su tauromaquia de unos años a esta parte. Ayer fue todo distinto merced a la maravillosa embestida de ‘Español III’, un toro de generosa embestida, un superclase, un animal de alta nota que con el que fundido el torero, salió ese toreo preciso y precioso, sublime, emocionante; el mejor de su temporada. Y es que el toro marca el toreo y ayer, ‘Español III’ emergió de una pestosa corrida del Vellosino definiendo para el ganadero la línea y el camino con el que debe seguir su empeño como criador. Morante de la Puebla, que fue el que trajo estos toros de la mano, pasó como alma en pena. No quiso ni ver al primero, un animal que le exigió un dominio del que careció, y pasó inadvertido con el cuarto. Morante o la nada misma, a pesar de dos verónicas y una media belmontina y barroca. Su tarde en Logroño fue el reflejo de su decepcionante temporada. Urdiales estuvo por encima de la corrida, cortó una oreja al tercero, en una faena basada en su inteligencia y gusto ante un toro muy rajado al que logró correrle la mano por la derecha en dos muletazos extraordinarios. Con el sexto nada pudo hacer, a pesar del esfuerzo y que lo intentó todo. Artículo publicado en Diario La Rioja el 19 de septiembre de 2016

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