lunes, 29 de agosto de 2016

Picassiano por arte de la amistad

«Cuando lo vimos en la habitación del hotel casi me puse a llorar porque ni en sueños podía imaginar que le iba a hacer un vestido de torear»

El arnedano Carmelo Bayo diseñó el vestido de Urdiales para la corrida picassiana

Cuando Carmelo Bayo se enteró de que Diego Urdiales iba a torear en Málaga la tradicional corrida 'Picassiana' tenía muy claro que su amigo torero estaba a punto de llamarle. Y así fue. «Al día siguiente me sonó el teléfono. Era él y sin que le diese tiempo a hablar ya le dije que tenía pensado los motivos con lo que quería ilustrar el vestido». Y es que la relación del profesor arnedano (Carmelo es docente de dibujo en un instituto de Zaragoza, pintor y fotógrafo) con Diego data desde la infancia. «Creo que me aficioné a la fotografía para retratar su toreo. Me compré la primera máquina hace muchos años por él y somos amigos desde la infancia. Luego, a medida que ha ido creciendo en la profesión, he tenido la suerte de poder hacer más cosas a su lado y vivir momentos tan inolvidables como su triunfo de Bilbao». Pero todo cambió a principio de la temporada: «Él es una persona muy inquieta y me pidió que pensáramos juntos un vestido especial para las corridas de Madrid y La Maestranza. Los hicimos con motivos del vino y estrenó el primero en Sevilla. Pero claro, el de Málaga no tiene nada que ver con ninguno porque se sale de lo normal», admite. Carmelo y Diego se fueron a comer a una bajera de Arnedo a finales del mes de junio. «Yo le llevé unos bocetos. Soy un admirador profundo de Picasso, de sus formas y de su aliento taurino. Pensé en el 'Guernica', porque aunque es un símbolo de un bombardeo terrible en la Guerra Civil Española y de la libertad, muy poca gente conoce que la inspiración de la obra es taurina, ya que el artista pensó en la muerte de Ignacio Sánchez-Mejías y en el inmortal 'Llanto' escrito por Federico García Lorca. El toro, además, está omnipresente en la obra de Pablo Picasso y creo que era una manera muy hermosa de rendirle homenaje». El autor arnedano se lo contó a Diego y en la bajera, después de la comida, le hizo unos bocetos de su idea del vestido sobre unas servilletas. Pero una cosa son las ideas y otra muy diferente ponerlo en la realidad y que tomara forma. Urdiales llamó a Santos, su sastre, que le envió los patrones a tamaño real a Carmelo. Y Diego estuvo muy atento al proceso: «Un vestido de luces es algo muy especial, algo sagrado. En ningún momento queríamos hacer algo que se saliera de los márgenes de algo tan bello, ni podíamos caer en la sobreactuación o el ridículo», comenta el propio Urdiales, que se muestra muy satisfecho con el resultado final. «Es precioso y diferente, llama la atención por la elección de los colores que son muy cercanos a la obra original de Picasso. Cualquier innovación es complicada porque corres un riesgo enorme, pero cuando lo vimos la verdad es que nos impresionó cómo quedaban todos los detalles de los bordados, los alamares con los chorrillos azabaches y largos a la antigua. Un 'tacazo' de vestido», resume Urdiales. Carmelo quiere quitar importancia a su trabajo: «Cuando lo vimos en Málaga en la habitación del hotel casi me pongo a llorar porque ni en sueños podía imaginar que iba a hacer un vestido de torear y menos para mi amigo Diego». El torero riojano le brindó a Carmelo el primer toro de la corrida: «Sé que no es el mejor que te puedo brindar pero lo mejor de todo es que tu vestido ha salido de lo más grande que puede haber en la vida, que es la amistad. Gracias Carmelo», le dijo Diego al oído.

«En la luna llena de agosto en Málaga, Urdiales el toro y Picasso son uno»
En la luna llena de agosto en Málaga, Diego Urdiales el toro y Picasso son uno, así reza la leyenda del capote de paseo. «Ésa fue otra. El capote es esencial y Diego me mandó a un sastre de Zaragoza que tiene sus medidas. Era blanco impoluto, de seda». Y la obra está repleta de detalles. Ocho tréboles (por los ocho toros) y dos (los de Diego) de cuatro hojas. Hay varios dibujos de toros picassianos, una serie de ilustraciones que hizo el pintor malagueño con su inconfundible estilo y el ojo tomando forma en la esclavina del capote. «Lo hice a mano y era como pintar un cuadro pero sobre una base tan delicada como es la seda, sin posibilidad de vuelta atrás». o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja

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