Foto de: Terres Taurines-Roland Costedoat |
Azul oscuro, casi negro. Así llegó Diego Urdiales vestido de oro a la rebosante plaza de toros de Plumançon (con su llenazo habitual) y así transcurrió y finalizó la corrida para él. Azul oscuro casi negro de mala suerte en un nuevo lote plomizo, imposible, insoportable. Dos toracos de Fuente Ymbro, eso sí. El primero, enceladísimo en la montura de su picador Manuel Burgos, de la que no se quería ir de ninguna manera posible, pero absolutamente manso en la muleta, de la que huía despavorido literalmente cuando se la presentaba el riojano por derecho, al natural o recurriendo a cualquier otra estrategia. Un toro cambiante y engañador que parecía que se iba a comer el mundo en el caballo, pero que en el tercio esencial mostró esa clase de los mansos de Gallardo en algún esbozo de muletazo, pero que se desentendía de todo hasta llegar a las tablas movido por su absoluta falta de raza o condición. Diego lo intentó al abrigo de la querencia profunda del animal y una vez resuelto que iba a ser imposible, logró los momentos más lúcidos de la tarde obligando al toro por abajo en esos muletazos de castigo flexionando las piernas, tan toreros como antiguos, para sonsacar esa rabia que nacía de la impotencia. El segundo de sus toros era otro tío. Hondo, acucharado de pitones, con un prominente morrillo y un cuello diseñado por Gallardo para embestir. Pero no. El astado metía la cara hocicando, sin desplazarse, con ese aire de derrota que comenzó a acariciar después del intento de saludo con el capote. Allí me pareció poca cosa, aunque la voluntad del cronista multiplicó demasiado las potencialidades de un toro que en realidad no era nada. En el caballo apretó con un pitón y se salió de la suerte en los dos encuentros. El obligatorio primero y la rutina del segundo puyazo. ‘El Víctor’ pasó dos veces por la cara del toro y no pudo clavar ni una sola banderilla. Se cambió con los dos palos del siempre eficaz Juan Carlos Tirado, y Urdiales fue al toro sabiendo que aquella empresa rayaba lo imposible. Manso, reservón, soltando la cara, insufrible animal por perezoso, descastado toro de la factoría de Fuente Ymbro que envió ayer a Mont de Marsan una corrida con trapío de plaza de primera y con bravura de regional, astados de pedernal, querencia pura de matadero. Y ésa fue la tarde de Urdiales, un quererlo todo y un no poder materializar absolutamente nada. Azul oscuro, casi negro, bordado en oro llegó al coso galo, y azul oscuro, negro infinito, se fue con la hierba en la boca de incredulidad. Sebastián Castella, que aquí es un ídolo, cortó una oreja facilona y simple al quinto, un coloradito más terciadito que sus hermanos, que se movió por el ruedo sin decir nada. Ambos callaron. Castella efectista y eléctrico en una de sus faenas monocordes y mil veces vista y el toro, obediente como un carretón. En su primero me gustó mucho más el de Bèziers, básicamente porque cuando le dejaba la muleta en la cara, el toro respondía con emoción y el galo se lo pasó por la faja. Iván Fandiño cortó una merecida oreja al sexto, un buen toro de Fuente Ymbro que salió como sobrero. Valiente el vasco y muy entregado, sin duda en la búsqueda de lo que había sido antes de la encerrona de Madrid del año pasado. La faena tuvo su firma: no busquen clase, encuentren emoción y riesgo, colocación y entereza para pasarse los toros cerca y tirarse como un león tras la espada. Y no conviene olvidar que con el tercero hizo un esfuerzo, un animal que se le venía al pecho directo y que estuvo a punto de mandarlo a la enfermería.
FERIA DE MONT DE MARSAN
Toros de Fuente Ymbro, bien presentados, serios, hondos y armados. En general, mansos y descastados. Huidizos y cobardes. El lote de Urdiales fue lastimoso: rajado y hudizo el que abrió plaza y muy parado el 4º. El más peligroso fue el tercero bis, una prenda. El 5º se movió sin clase ni malicia y el 6º (sobrero, del mismo hierro) tuvo codicia y humilló en la muleta. Diego Urdiales: silencio en su lote. Iván Fandiño: silencio y oreja tras aviso. Sebastián Castella: ovación y oreja. Arenès du Plumaçon (Feria de la Madaleine): lleno de no hay billetes. Tarde nublada y ventosa. Viernes, 22 de julio de 2016. o Esta crónica la he publicado en Diario La Rioja