domingo, 12 de junio de 2016

UN PALCO RIDÍCULO

Me resulta imposible adivinar qué cosa se le pasó al presidente de la corrida de ayer en Haro para marcarse un ‘Matías’ con ‘El Fandi’ después del indecoroso bajonazo con el que había despenado al quinto toro de la corrida. Y es que hizo un ‘Matías’ en toda regla. Miró allí, allá, acullá... Cogió el teléfono, conversó un segundo no se sabe con quién y sacó los dos pañuelos al unísono como si Fandila hubiera parado el tiempo en la fresquita tarde de ayer en el más que centenario coso jarrero. El asesor le miraba incrédulo, la veterinaria se moría de la risa, el público flipaba en colores y ‘El Fandi’ no se lo podía creer. «¡En qué manos estamos!», le gritó un aficionado. «¿De dónde ha salido este hombre?», reponía la que debía de ser su señora mientras el resto de la afición pasó de la sorpresa a la chanza y de ahí al bocata o a la rebequita, porque la tarde era fresca y la cosa no estaba para enfadarse más allá de lo justo y menos por un triunfo menor, aunque revestido de la solemnidad de dos pañuelazos como en raras y contadísimas ocasiones ha sacado el presidente de Bilbao, don Matías González, un caballero sabio que sabe que los grandes gestos son para la ocasiones gloriosas. No como ayer, en la que el presidente a lo ‘Matía’s emponzoñó con su gesto una plaza que no merece semejante incompetencia en el palco. Y como el sexto fue un gran toro y la faena de Castella parecía la de Manolete al lado de lo que había hecho Fandila, la emoción de los aficionados sólo pasaba por la respuesta del palco ante la mayoritaria petición de los máximos trofeos. La señora le dijo al que debía de ser su marido que le tenía que dar el rabo. «¡Quiá!», contestó él... El presidente volvió a sacar a la vez los dos pañuelos entre el choteo generalizado del público, la mirada ausente del asesor y la sonrisa de la veterinaria, ya curados de espanto ante semejante ridículo. Es lamentable que la autoridad sea pasto del cachondeo generalizado del personal. Más que nada porque uno puede hacer el ridículo cuando le venga en gana, pero subirse a un palco, ponerse allí sin chaqueta y tomar decisiones tan absurdas va en contra del valor de los trofeos, de la mínima seriedad de un espectáculo taurino y sólo favorece la banalización al que se quiere arrastrar el toreo contemporáneo. A mí, como si le dan una pata o el presidente baja al coche de cuadrillas a pedirle un autógrafo a ‘El Fandi’, pero que no lo haga en mi nombre o el de los miles de aficionados que se dieron cita. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja

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