viernes, 10 de junio de 2016

Rodrigo Molina logra el Bolsín de La Rioja

Foto: Justo Rodríguez
El sevillano dejó pasajes de gran calidad y el sexto novillo de Lumbreras fue premiado por su bravura

Calor pegajoso y sahariano en el coso de Lardero para vivir el último y decisivo capítulo del Bolsín Taurino de La Rioja. Chavalería en los tendidos, buenos aficionados en los corrillos y Carlos Lumbreras, ganadero de casa, hecho un brazo de mar y con la confianza intacta depositada en sus seis preciosos pupilos, especialmente los dos ‘coloraos’ que abrían y cerraban la función. El sexto, un dije, una armonía de hechuras: cortito de remos, las manos siempre juntas, la expresión de bravura y un temple al embestir de lujo supino. Un novillo que justifica una novillada pero que no puede ocultar la codicia del primero, al que costaba un mundo despegarlo de la muleta o el son del tercero, el que propició el triunfo al sevillano Rodrigo Molina, un torero que me recordó en su armonía a aquel compás vallisoletano de Fernando y su sobrino Roberto Domínguez, con esa manera suya tan personal de ofrecer el medio pecho. El novillo tenía son y teclas, ya que embestía a varias velocidades en cada muletazo. Molina lo cuajó, en una faena de tiempos, como si fuera abriendo durante la lidia distintos escenarios. Justo triunfador de este torero sin coartadas, valiente, sincero y que busca la pureza. Se las vio con el primero, el más exigente de la corrida porque se comía literalmente los engaños y no le dudó ni un instante. Este ‘Cigarrero’ también dejó el pabellón de la vacada riojana en lo alto por su entrega total, por su codicia. Es cierto que no tuvo la calidad del sexto, pero fue un novillo capaz de medir las virtudes de cualquier torero. Juan Pedro García ‘Calerito’ le hizo a este burel un quite superior a la verónica con la particularidad de jugar los brazos con un compás dotado de una rara facilidad. Fue lo mejor de su actuación, ya que luego no se acopló con los dos atados más dificultosos, especialmente el quinto, que soltaba la cara siempre por dentro y que deslucía el final de los muletazos. Álvaro Sánchez se le vio sin demasiadas ideas con el deslucido tercero, pero en el sexto pareció transfigurarse y logró tres series de enorme calidad por el derecho. Fue volteado varias veces, pisoteado, zarandeado... Y hecho un ‘Ecce homo’ volvió a la cara del astado con la dignidad del que quiere ser, sin mirarse, sólo pendiente de sus trebejos toreros. Yo le hubiera dado la oreja, de hecho se la pedí. Y más todavía después del merecido pañuelo azul al novillo de Carlos. El chaval se había jugado la vida como un hombre y aquella entrega merecía un premio más palpable que el de la vuelta al ruedo clamorosa.

XIV BOLSÍN DE LA RIOJA
Novillos de Álvaro y Pablo Lumbreras, bien presentados y de juego desigual. Destacaron por su bravura el primero (muy codicioso) y el sexto, ‘Culebro’, premiado con la vuelta al ruedo. Rodrigo Molina: saludos y oreja. ‘Calerito’: vuelta en ambos. Álvaro Sánchez: Silencio y vuelta. Plaza de toros de Lardero. Tres cuartos de entrada en tarde muy calurosa. Al finalizar el festejo se leyó un manifiesto elaborado por todos los presidentes de los clubs taurinos de La Rioja a favor de la libertad de ir a los toros. El Trofeo al mejor subalterno de la tarde fue para el banderillero Juan Carlos Donaire. 

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