Guadiana se abrió de capote con una soleá con la que tembló el misterio y aquello fue premonitorio. Compás nocturno, alma desolada del cante más roto, más quejumbroso, con sabor chocolate, a yerbabuena y a vino. Qué manera de cantar la de Guadiana para romper las frágiles y duras estalactitas del silencio, qué forma de dar las buenas noches a la gente y dejarnos a todos sin respiración, asombrados y rotos desde el minuto cero en la zona cero del quejío. Qué cante más hermoso, que finura de voz enmarcada en una potencia colosal, en una garganta sabia de tanto oficio pero con tantas ganas de cantar, de rozar el alma, de ensimismarse en esas profundidades de la media voz; es cante masticado, deglutido, intensamente armonioso, juguetón con tercios y melismas bellísimos y sonoros, cantando, soltando el aire hacia adentro, cantando para sí, como si estuviera en su casa toreando con un mantelito y que nadie lo viera. Cante a hurtadillas pero compartido. Sólo se abrió de capote Guadiana y suya era la noche. Milagro no, realidad infinita de un cantaor que está en lo más alto, que es el momento de reivindicarse en el cante como uno de lo maestros esenciales de esta modernidad del siglo XXI raro y azabache. Y a su lado Diego del Morao, eje del toque contemporáneo de Jerez, hijo de su padre (que Dios lo tenga en su gloria) y de las grandes estirpes de su tierra, porque me suena a Parilla y a moderno, a viejo y sangre, a sabiduría y elegancia. Qué forma de tocar y de cantar. La granaína y su transición primero a la rondeña del Gallina y después al verdial como flotando las notas suspendidas de un algoritmo. Cante matemático al compás de una sensibilidad única. Qué desconsuelo sentí cuando terminó aquella granaína única e inolvidable.
El concierto fue primoroso de cante y flamenco, de decir las cosas despacito, de romperse la camisa cuando llegó el momento de la bulería, de los fandangos naturales, de la naturalidad de los cantes a compás o los que llevan impreso como un sueño el ritmo del corazón. Se canta y te acaricia Guadiana. Se toca y te asombra la portentosa luz de la sonanta del Morao, elegante como un ave que cruza al atardecer por Bajo de Guía, con sus alas (dedos) interminables rasgando sin violar las cuerdas de su guitarra. El solo lo hizo por su disco Orate al compás buleaero, y lo bordó por siguiriya, por tientos, por alegrías, por jaleos, por todos los arrabales del flamenco estuvieron divinos. El cante extremeño y universal y el toque jerezano y mundial. Cante y toque sin apellidos ni precipitaciones, cante sin dueño y con alma. Cantar como se abría de capote Rafael, con las vueltas azules, sombrías de su mala suerte, pero inalcanzables por esas maneras de cantar como si no hubiera un mañana ni un ayer, ni un nunca.
XX JUEVES FLAMENCOS
Cante: Guadiana
Toque: Diego del Morao
Salón de Columnas del Teatro Bretón (lleno).
Jueves, 11 de febrero de 2016