Rocío Márquez regresa al Teatro Bretón (21 horas) tras triunfar hace dos años por todo lo alto en su debut en el Salón de Columnas
Rocío Márquez (Huelva, 1985) ahonda con su cante en la raíz del flamenco para dotarlo de un sonido tan clásico como contemporáneo: «Lo que más me sorprende es que ahora se considere como revolucionario algo que desde el inicio del flamenco ha sido tan esencial como la creación. Chacón inventó la malagueña, la cantó después el que quiso y ha sido la evolución la que ha determinado que permanezca en el tiempo como uno de los grandes estilos del flamenco. Y es curioso, por momentos ha dado la sensación de que cualquier paso que se haya dado en ese sentido parecía una ruptura, cuando es todo lo contrario en el flamenco, una música que fluye en una continua reinvención gracias a las aportaciones y la búsqueda de los propios artistas». Así expresa lo que vive y siente Rocío Márquez, que hace dos años se presentó en Logroño en un memorable concierto en el Salón de Columnas y que vuelve esta noche (21 h.) al Teatro Bretón confirmada como una de las voces más exquisitas y personales del flamenco contemporáneo. Viene con ‘El Niño’, un disco que ahonda en la personalidad recóndita y sublime de Pepe Marchena, ‘Niño Marchena’, un cantaor teñido de cierto malditismo por su poliédrica personalidad y por un afán suyo de absoluta heterodoxia flamenca: «El disco nace de un acercamiento muy prolongando en el tiempo a la figura de Marchena, pero no quería que fuera una simple reproducción milimétrica de su cante, de sus estilos. Como artista lo más llamativo que tenía era su capacidad para que dentro de sí convivieran dos mundos con increíble naturalidad: su cante clásico y sus aportaciones de verdadero genio. La convivencia de estas dos líneas en un mismo cante, en un mismo tiempo y la libertad que demostraba con su manera de hacer es lo que le convierte en un creador y en un artista fascinante. Sin duda, este perfil suyo es lo que más me animó para embarcarme en este trabajo, con esas notas clásicas y también mirando al precipicio. Eso sí, todo concebido y plasmado desde la humildad y desde la admiración, pero también desde la libertad de permitirme licencias. Creo que hay veces en el flamenco que por querer que se conserve todo lo más intacto posible nos autolimitamos bastante. Por eso, en este trabajo era necesario permitirme esa búsqueda, plantearla, exponerla y ofrecer mis propias aportaciones».
Etiquetas y tópicos
Rocío parece sobrevolar por todas las etiquetas: «Se suelen definir las cosas muy por encima; tal artista es muy ‘mairenista’ o muy ‘caracolero’... Me parece que estos paradigmas si los interpretamos como excluyentes nos hacen un flaco favor porque en última instancia nos están privando de disfrutar de concepciones artísticas maravillosas, que lejos de confrontarse las unas a las otras lo que hacen es enriquecerse mutuamente y a las personas que las sienten y disfrutan. Me encanta escucharlos y disfrutar de todos ellos, desde Mairena a Morente, Pastora, Camarón, Vallejo... No me gusta nada ese concepto de acotar el arte puro en un determinado estilo y que el resto ya no vale nada. Todo esto lo único que hace es empobrecer y reducir una manifestación artística que es riquísima y que tiene una asombrosa diversidad. Es realmente maravilloso que haya tantas maneras de expresar un mismo cante; que una queja por siguriya pueda sonar tan distinta en la garganta de Tomás Pavón, en la de Agujetas o Mayte Martín... Eso es realmente alucinante. Por eso plantear una visión unitaria me parece un empobrecimiento». Y es curioso, porque siendo una cantaora con un conocimiento exhaustivo y enciclopédico del cante, explica que eso es precisamente una de las bases de su libertad: «Adoro el cante tradicional y lo único que no quiero es que ese amor por lo clásico pueda derivar en una limitación. Es esencial ser lo más coherente posible y en mi caso eso significa mostrarte en un escenario con mi personalidad intacta. Cuando se da la sintonía entre lo que eres y lo que haces no existen problemas de identificación con tu yo artístico más profundo y sincero».
La fabulosa guitarra del granadino Miguel Ángel Cortés
Siguiendo la senda de los extraordinarios tocaores que llegan cada año a los ‘Jueves Flamencos’, hoy viene de la mano de Rocío Márquez un guitarrista excepcional, el granadino Miguel Ángel Cortés, un maestro que ha venido a Logroño con artistas de la talla de Carmen Linares, Esperanza Fernández o Arcángel, tanto en su versión flamenca como cuando coquetea con la música barroca en su trabajo con la ‘Academia del Piaccere’, concierto que se celebró hace dos años en Riojafórum. Miguel Ángel Cortés ha colaborado con artistas como Luz Casal, Diana Navarro, Carmen Linares, Enrique y Estrella Morente, Miguel Poveda, Chano Lobato, José Mercé, José de La Tomasa, Chiquetete y El Pele, entre otros. En 1996 participó en la grabación de ‘Omega’ con Enrique Morente y Lagartija Nick y aquello supuso un punto de inflexión en su carrera porque comenzó a indagar en el mundo de la creación en la guitarra, asomando su toque a la guitarra concertista y dotándola de una acusadísima personalidad a la hora del acompañamiento. Miguel Ángel es un flamenco de largo recorrido, con un buen desarrollo de discos a sus espaldas que de momento ha culminado en ‘El calvario de un genio’, una obra conceptual en la que aparece la profundidad de un tocaor con un sonido y un estilo propio e inconfundible. El compás en el concierto llegará de la mano de Antonio y Manuel Montes, ‘Los Mellis’, dos hermanos de Huelva que desde que despegaran de la mano de Arcángel, han revolucionado el atrás del flamenco imponiendo una nueva forma de hacer compás pausada y precisa, tal y como los describe la especialista en flamenco Sara Arguijo. o Esta entrevista la he publicado en Diario La Rioja