domingo, 17 de enero de 2016
LA BÚSQUEDA DE LA EMOCIÓN
Gran entrada e importante concierto de la onubense Argentina para descorchar el XX aniversario de los Jueves Flamencos, un ciclo que comenzó siendo algo así como un experimento sociológico y que se ha consolidado como una de las grandes referencias culturales de los inviernos de Logroño. Y es que es una verdadera gozada ver el teatro con tanta gente y con la máxima expectación para disfrutar de una música que cada vez cuenta con más seguidores o más partidarios, que es como se nombra en la jerigonza flamenca a los aficionados.
Argentina realizó un esfuerzo titánico en una noche larga y en un actuación atrevida y arriesgada en el que paseó su voz por más de doce palos en cantes largos y exigentes en los que la artista dio todo lo que tiene en cada momento para contentar el hambre de los aficionados como si supiera que llevábamos varios meses ávidos de flamenco.
Es impresionante el conocimiento que posee de los cantes; una mujer sorprendentemente enciclopédica para su juventud y a veces da la sensación de que se siente obligada a cantar mucho como en una especie de ‘horror vacui’ a no dejar ni una pincelada de la noche sin dar; ni un respiro, ni una tregua para consigo misma. No lo sé, pero quizás por eso hubo algún pasaje en los que abundó más el cante por el cante que la emoción misma.
Tiene Argentina talento a raudales, una voz preciosísima y un poderío impresionante. Y es curioso, cuando ella se doma, cuando se dulcifica en el cante más íntimo, más libre de ataduras, es cuando crece, se recrece y emociona.
Al menos es lo que me sucedió a mi, y especialmente en dos momentos de la actuación: en la serrana que hizo, a dos tiempos, lenta y conmovedora al principio y embalada como un tren de alta velocidad al final, y en la siguiriya, sencillamente majestuosa, con ese punto de afligido hermetismo de este cante inmemorial y bello que acerca los corazones a todos los infinitos. La bordó con un toque extraordinariamente sutil de ‘Bolita’, que volvió a demostrar que es un tocaor de novísimos perfiles, en los que se adivina no sólo una técnica superior, sino como una búsqueda para obtener nuevas sonoridades en el toque, como en ese inicio melismático de la alegría con apenas tres notas trufadas de bellísimos silencios.
Argentina cantó sublime en estos dos cantes y mantener ese nivel en una actuación tan larga es, sencillamente, imposible.
Cantó por Cádiz y sus cantiñas; recordó a Chano Lobato, paseó por bulerías y por Lole y el gran Manuel, canto por cantes de Trilla, por soleá, por tangos... Fue un concierto que tuvo, además, dos finales. El de María la Portuguesa, que la hizo por bulerías, y que fue preciosa, y el aclamado por fandangos, rememorando su tierra, la Huelva cantaora que ahora pasean por el mundo jóvenes voces como la de Argentina, voces comprometidas con el flamenco más auténtico pero que además rebuscan en el fondo del cante el nuevo lenguaje de una música que siempre está en constante evolución. o Esta crónica la he publicado en Diario La Rioja