A pesar de todo, la memoria me suele funcionar, aunque sea como un depósito donde caen las cosas y se entremezclan entre ellas sin orden ni concierto, un poco como estas fiestas de San Mateo. Creo que empiezan hoy, mas las corridas comenzaron ayer. No exactamente las corridas, pero sí los festejos. Una tarde de rejones no es una corrida de toros: es distinta, es tauromaquia –sin duda– pero no corrida. Arte de Marialva le llaman los portugueses, rejones, suelta de toros mochos para que los rejoneadores los burlen y sorteen con esa pericia matemática que inoculan a los caballos. Pero la realidad es que me aburrí un tanto desde que abrió plaza Fermín Bohórquez, que se despedía –dicen– de La Ribera. Pues bien, se despidió en silencio y con una vuelta al ruedo que nadie pidió, no sin antes desperdiciar al buen primer morlaco con el que compareció en el albero. Adiós Bohórquez, le dije a los cuellos de mi camiseta (imaginarios sin duda) mientras periclitaba el cuarto, que en las matemáticas taurinas era su segundo y último en Logroño. Un burel también noblón pero sin alma ni ansia. Un amigo mío, un tanto burlón me mandó un mensaje al móvil: «¡Oye Pablo!, qué pasa con Diego Ventura, ¿No quiere venir a Logroño?». Uff, le dije. Acabas de mentar la soga en la casa del ahorcado. Yo creo que querer venir, lo que se dice querer, quiere. Pero no se entienden. «¿Quién?», me espetó. Sin duda Pablo y Ventura, no yo, no te vayas a pensar. Pablo Hermoso de Mendoza, el magnífico rejoneador estellés. «¿Pero él no es el empresario?», continuó sagaz, mi colega con el móvil. No, pero el empresario apodera a Pablo y como no se entienden, pues se desentienden, El caso es que ante tanta incomprensión entre Pablo y Ventura, el rejoneador hispano-luso no viene a Logroño y el espectáculo de rejones decae con toreros crepusculares como Bohórquez, que vestir los carteles los viste bien, pero que no plantea el más mínimo problema a nadie, y menos a Hermoso, que no es que sea nadie, es todos. Así que con Pablo sin competencia, la tarde tiene dos capítulos previsibles: los dos turnos del que fue por delante. Encima, a Sergio Domínguez la tarde se le puso realmente imposible. Descordó al primer toro y lo pasó fatal con el más peligroso del encierro, el feo sexto que le propinó dos cornadas a su caballo ‘Natural’. Un trago para el rejoneador calagurritano que, sin duda, merecía mucha mejor suerte de la que tuvo ayer en La Ribera.Pablo Hermoso de Mendoza se quedó con el peso de la tarde y justificó su presencia en Logroño en la faena al quinto, que se llamaba ‘Zapatero’ y que a la postre, con el primero de Bohórquez, fue el mejor toro de la corrida (pero sin tirar cohetes). Así que Hermoso, que es un maestro consumado y un genio, sacó ese poderío interior que tiene, y lo bordó con ‘Disparate’ y ‘Dalí’, dos de los caballos que configurar la columna vertebral de su cuadra. Le dio todas las ventajas al toro, se lo dejó llegar por pura maestría y un rejón efectivo le permitió cortar dos orejas un tanto generosas y abrir la Puerta Grande de La Ribera por décima vez en su kilométrica carrera. Pero yo me fui un poco así de la plaza, no por la ausencia de Ventura sino porque la tarde me dejó un poco frío a pesar de la despedida de Bohórquez. o Crónica para Diario La Rioja