La principal figura del toreo ha tocado fondo con faenas ventajistas y toros por debajo de los mínimos
Julián López ‘El Juli’ tocó fondo el pasado lunes en Pamplona con la paradoja de su salida a hombros «sin que dejase más huella que el desprestigio», tal y como escribió en una durísima crónica Zabala de la Serna en el ‘El Mundo’. La corrida de Garcigrande (traída de su capricho a Pamplona por el torero de Madrid) fue, de lejos, la peor presentada de la Feria del Toro: estrecha, con algún ejemplar anovillado y con indicios más que evidentes de manipulación fraudulenta en sus astas, tal y como quedó de relieve con el quinto, con los pitones sonrojantemente aniquilados como se demuestra en la fotografía que acompaña este reportaje y que le sirvió a Zabala para titular así el mencionado artículo: ‘El Juli y sus garcigrandes de la vergüenza’.
La Casa de Misericordia, organizadora de la Feria del Toro, tiene un disgusto enorme con este torero puesto que no es la primera vez que el elemento toro prácticamente desparece cuando se anuncia en la Monumental y no es nada descartable que el año que viene ‘El Juli’ sea excluido de los carteles del abono.
Pero más allá de su escasez de toros está el toreo de ‘El Juli’; o mejor dicho, su destoreo. Ha hecho del ventajismo en la colocación y del retorcimiento en su expresión las piedras angulares de su actual tauromaquia, basada en toques muy rudos, en vaciar las embestidas hacia las afueras quedándose siempre de perfil y con la pierna de salida retrasada exageradamente para ligar una y otra serie de muletazos marcados todos y cada uno de ellos por la misma ausencia de sentimiento, por una vugaridad que sólo compite cada tarde con lo previsible de sus actuaciones. Da la sensación de que torea un robot aburrido, puede con todo, a todos los toros los muele a muletazos y a casi todos los despena con estocadas traseras con su también ventajista suerte de entrar a matar bautizada por los aficionados como el ‘Julipié’. Y es que a estas alturas de su carrera cualquier parecido con ‘El Juli’ colosal de la faena de ‘Cantapájaros’ en Madrid se antoja una entelequia.
¿Qué ha sucedido para que una de las máximas figuras de todos los tiempos y uno de los diestros más poderosos de la historia haya desnaturalizado de tal manera su concepto? Quizás sólo lo sepa él mismo, creador de G-10 y del G-5; instigador máximo del veto a Sevilla y superpoderoso diestro que controla muchos resortes de la fiesta y de la que es su portavoz en los Desayunos de TVE y su ‘twitter’.
‘El Juli’ está en la obligación moral de liderar el toreo en estos tiempos truculentos y de constantes ataques. Cuando más se le necesita da la sensación de que se ha borrado tanto de la pelea en los ruedos (su paso por Madrid fue más que decepcionante) como de la batalla por la defensa y la unión de la tauromaquia. Cambió de apoderado (el independiente Roberto Domínguez por la casa Lozano) y sigue sumando tardes en las principales ferias, en carteles arropado por las mismas figuras haciendo de tapón a las emergentes promesas. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja