El pasado miércoles tuve la suerte infinita de acudir a Bilbao en el Ciclo BBK 2015 para disfrutar de la guitarra de Rafael Riqueni, que estaba anunciado con Manuel Molina en un singular mano a mano y que quedó en un homenaje al maestro recientemente desaparecido. Desde que lo vi en el estreno de Parque de María Luisa en el Teatro Lope de Vega de Sevilla en septiembre de 2011, no había gozado del privilegio asombroso de su guitarra, de un sonido que se antoja indescriptible porque Rafael es único y sus composiciones llegan a cotas de belleza y de emoción que me parecen insuperables y que hacen que mi expresión palidezca al intentar describir lo que siente mi alma cuando le escucho. Y es que...
Rafael supera todos
los espacios
Notas que arrasan el frío,
que contienen el aire
Sostenidas como mimbres en una pura arquitectura de silencios
que se congelan aparentemente con el azar
Pero que renacen en trémolos imposibles
resueltos con una fragancia distinta a todas
Filigranas misteriosas
compás de álgebras inexplicables
Pero que son caricias mansas como las manos de un niño
como miradas sin rostro
como azúcar caliente que se derrite en cualquier madrugada
Poniente sin luna
cielo sin apenas nubes
con un universo de estrellas en el que sueñan convertirse las constelaciones
Rafael redivivo
Único, sublime, inalcanzable
cuando toca por soleá
o se alía con los pajarillos
de un parque
y flota