Ricardo de Santiago y Carlos Llandrés hacen lo más imporante en el Bolsín ante una gran novillada de Lumbreras en Albelda
A pesar de la lluvia y de un ruedo que parecía más el de un torneo de voley playa que el de una plaza de toros, afloró la bravura de más de una becerra de Carlos Lumbreras para que los seis novilleros semifinalistas del Bolsín Taurino de La Rioja demostraran ayer en Albelda sus deseos de ser toreros. De los seis destacaron especialmente dos: el mexicano Ricardo de Santiago y el sevillano Carlos Llandrés. El primero de ellos se las vio con una becerra encastadísima, brava de verdad en el caballo e incansable en la muleta. Es verdad que hubo infinidad de imperfecciones técnicas en los trebejos de De Santiago, pero no es menos cierto que demostró una indudable búsqueda de la pureza en la colocación y en los cites, y aunque resultó desbordado en más de una ocasión, en su tauromaquia aflora el aroma de la personalidad y la hondura. Carlos Llandrés se encontró con una novilla diametralmente opuesta, noble en extremo y necesitada de toques muy suaves, casi caricias con la muleta para no descomponer su embestida. Y el sevillano, el más rotundo físicamente de los seis actuantes, sacó una suavidad inopinada, en los cites, en el vuelo de la muleta y en un compás extraído dejando la pañosa literalmente frente al hocico de la noble vaquita en cada embestida. Las palabras sabias brotaban desde el callejón, por Cotán, tantos años en la cuadrilla de Hermoso y ahora buscador de nuevos toreros en el mundillo de las sin caballos. María Sierra, de Cádiz, estuvo muy valiente, y hasta se fue a la puerta de chiqueros. Tiene buen cite, pero no pasó de voluntariosa en una labor valerosa y larga. Y es que todos los chavales se empeñaron en estirar en extremo sus faenas. José Antonio Alcalde dejó buenos detalles, y Adrien Salenc y Víctor Hernández hicieron todo lo posible por agradar a pesar del kilometraje excesivo de sus actuaciones. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja