El riojano se la jugó con el segundo de su lote, un torancón muy serio de casi seiscientos kilos y a punto de cumplir los seis años
Casero llevaba en sus pitones de casi seis años la sangre caliente de Domingo Valencia cuando Diego Urdiales le puso la muleta en la cara para torear. Toro imponente, castaño, albardado como una mula manchega, revirado y con dos perchas letales que habían probado ya la carne de un torero. Casi seis años en los lomos y unos seiscientos kilos rellenando una anatomía voraz, imposible, descarnada y cruda. A la salida de un par de banderillas, se le vino inopinado al tercero de ‘El Fandi’ y lo volteó entre las rayas como un pelele, apretando con toda su mansedumbre hacia los adentros y pasándoselo de un pitón a otro hasta herirlo con saña en la pierna. Cornada de toro certero, sin escapatoria posible y con esa sabiduría ignota de los astados reviejos y enterados. Y allí se fue Diego, a por él, como si no hubiera un mañana, a jugarse los muslos sorteando derrotes, frenazos y amagos. Y digo bien alto que el torero de Arnedo estuvo hecho un tío, sin alharacas, firme, tremendo, sencillo, sin vender nada. Torear para sí, en esa inmensidad de un Madrid a rebosar en el lugar más inhóspito del planeta. En el mismo centro del anillo con un percherón por delante para poner la muleta e intentar el milagro imposible de la templanza. Torear para sí porque sabía que era un imposible cualquier lucimiento, cualquier muletazo ligado, cualquier belleza. Allí en los medios lo pasó primero en redondo, aplicando suavidad a la aspereza para buscar en el fondo de aquel armario algo parecido a una embestida. Y en el momento en el que se quedaba en el sitio para ligar, el toro reponía por dentro buscando la cornada. No se azoró Diego, que se sacó la muletilla con la mano zocata para intentar el imposible máximo del natural. Se tragó uno el toro, uno. Al siguiente se le paró bajo las hombreras y lo radiografió como un escáner de última generación. Hacía calor, mucho calor, bochorno incluso. Pero las 25.000 almas sintieron a la vez ese escalofrío de muerte con el que regó el toro aquella mirada seca al torero de Arnedo, que no se inmutó. Urdiales continuó con su porfía incluso más allá de lo razonable en un final tremebundo introduciéndose literalmente entre los pitones del toro. Brutal el torero riojano, orgullo de casta, valor y deseos de ser a pesar de que el público, aburrido ya del son de la tarde, decidiera desconectarse de la tragedia y prefiriera contener la respiración. Vampirito, el primero de la tarde, fue otro toro esencialmente amargo, probón, incierto, parado y peligroso que amagaba sin embestir, que se pensaba cada arrancada como si tuviera que soltar una pasta en cada lance, como si en una cena opípara en un restaurante hubiera que soltar la Visa después de los gintonics. ¿La saco o no? Parecía mascullar con dos puñales en los dientes. Así fue Vampirito, un toro chupasangre, de esos que quieren coger, de los que si te levantan hacen carne y hieren. Y Urdiales lo muleteó firme en un inicio muy torero desde las tablas del nueve para sacárselo al tercio e intentar el milagro del temple, a sabiendas de que iba s ser un trago tan amargo como comerse un sapo, como un presagio cierto de lo que le aguardaba en los chiqueros. El toro iba recto o metiéndose por dentro; el pitón contrario al pecho. Y allí Diego, con la muletilla en los medios sobreponiéndose a la vez a la intemperie de sus lotes y de su proverbial mala suerte. ‘El Fandi’ tuvo el mejor toro de la tarde y acabó pitado. Es Madrid una plaza imposible para un toreo tan descarado por las afueras y al compás descompasado de las embestidas. Con el segundo de su lote abrevió, y aunque fue muy pitado, la verdad es que fue lo más sensato que pudo hacer. Fandiño se encontró con el mejor pitón izquierdo de la corrida en el tercero pero sólo logró acoplarse al final de la faena. En el sexto tiró de inercia pero no había ya nadie en el mundo capaz de levantar la losa de granito que acogotaba la tarde. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja
o Domingo Valencia, grave
Domingo Valencia fue herido de gravedad en el muslo derecho, con dos trayectorias, una ascedente de 20 cm. y otra, de 25 cm., hacia adentro y en dirección hacia el recto anterior, alcanzado el fémur y contusionando el paquete vásculo-nervioso femoral.
o Feria de San Isidro. Toros de Victoriano del Río, (el primero de Toros de Cortes), serios, muy hondos, con mucha cara y de mal juego en general. El mejor toro fue el segundo, más noble y con recorrido por ambos pitones. El tercero tuvo buen son por el pitón izquierdo . Diego Urdiales: Silencio en su lote . David Fandila ‘El Fandi’: Pitos en los dos toros. Iván Fandiño: Saludos y silencio. Plaza de toros de Las Ventas Lleno en tarde de mucho calor. Jueves, 28 de marzo de 2015.