Una de las riquezas más sorprendentes y desconocidas del campo bravo es la variedad genética de los diferentes encastes. Para los no iniciados, se puede poner el ejemplo de las distintas familias de uvas (tempranillo, graciano, viura…) para comprender el universo de las múltiples líneas ganaderas que existen, aunque muchas de ellas ya han desaparecido y otras corran serio peligro de extinción, exactamente igual que esas variedades minoritarias de viníferas que o han periclitado o se han salvado gracias a la terquedad de algunos viticultores y bodegueros apasionados. En la actualidad, uno de los encastes predominantes es Domecq, una rama dentro de Vistahermosa que copa la mayor parte de las vacadas que más lidian. Sin embargo, la riqueza del campo bravo es impresionante y uno de los reductos de la bravura permanece en manos de Fernando de Castro Van Zeller Pereira Palha, un romántico criador portugués que posee en ‘Quinta da Foz’ una ganadería única de casta vazqueña (fundada por Fernando VII) con infinita variedad de pelajes: berrendos de toda clase, jaboneros, negros, cárdenos o castaños. Es el toro decimonónico por excelencia, aquellos ‘veraguas’ míticos de las viejas historias taurinas. Fernando, como explica Arsenio Ramírez (fotógrafo taurino e investigador de la arqueología del toro bravo), ha dedicado buena parte de su vida a rescatar los diversos lotes de su bisabuelo que habían quedado disgregados por todo Portugal con el fin de refundar su actual vacada. Y es que además de la suya, sólo quedan otras dos ganaderías de esta sangre: la onubense de Tomás Prieto de la Cal y la ahora francesa de Concha y Sierra. Nada más, el resto es pasto de la memoria. Pues bien, con un semental de este encaste, el toro ‘Lareiro’, un animal que compró al criador portugués la ganadería riojana de ‘Toropasión’, formada por Germán Villar, Carlos Bernabé y Miguel Ángel Pérez, se ha realizado un cruce con vacas de ‘Martelilla’. Es decir, una mezcla revolucionaria, la máquina del tiempo de Palha (el auténtico) con la sangre de una divisa formada con astados de origen Juan Pedro Domecq, Conde de la Corte y Tamarón, puro Parladé, las líneas maestras del campo bravo actual. Los tres ganaderos riojanos han buscado con este cruce la pasión que sienten por el tipo de toros que cría Fernando Pereira Palha -al que admiran-, con la clase, la calidad y el motor de la ganadería andaluza. Dos siglos de separación ahora unidos en la finca alfareña de ‘Toropasión’ y que el pasado martes vio los primeros frutos con el tentadero de la primera hembra, la vaca ‘Garnacha’, hija de dicho semental y de una reproductora de ‘Martelilla’. El acontecimiento se vivió en el coso de Alfaro. Hacía mucho frío y Diego Urdiales vivió con emoción el evento: «La vaca ha tenido cosas muy buenas y ha sido muy exigente, había que poderla mucho y aunque no ha humillado del todo, ha tenido entrega». La aventura no ha hecho nada más que comenzar, pero quizás el encaste ‘Rioja’ tiene ya una pequeña página en la historia. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja
sábado, 14 de marzo de 2015
Alfaro alumbra el encaste ‘Rioja’
Los ganaderos de Toropasión crean un nuevo y revolucionario cruce con toros vazqueños y vacas de Martelilla
Una de las riquezas más sorprendentes y desconocidas del campo bravo es la variedad genética de los diferentes encastes. Para los no iniciados, se puede poner el ejemplo de las distintas familias de uvas (tempranillo, graciano, viura…) para comprender el universo de las múltiples líneas ganaderas que existen, aunque muchas de ellas ya han desaparecido y otras corran serio peligro de extinción, exactamente igual que esas variedades minoritarias de viníferas que o han periclitado o se han salvado gracias a la terquedad de algunos viticultores y bodegueros apasionados. En la actualidad, uno de los encastes predominantes es Domecq, una rama dentro de Vistahermosa que copa la mayor parte de las vacadas que más lidian. Sin embargo, la riqueza del campo bravo es impresionante y uno de los reductos de la bravura permanece en manos de Fernando de Castro Van Zeller Pereira Palha, un romántico criador portugués que posee en ‘Quinta da Foz’ una ganadería única de casta vazqueña (fundada por Fernando VII) con infinita variedad de pelajes: berrendos de toda clase, jaboneros, negros, cárdenos o castaños. Es el toro decimonónico por excelencia, aquellos ‘veraguas’ míticos de las viejas historias taurinas. Fernando, como explica Arsenio Ramírez (fotógrafo taurino e investigador de la arqueología del toro bravo), ha dedicado buena parte de su vida a rescatar los diversos lotes de su bisabuelo que habían quedado disgregados por todo Portugal con el fin de refundar su actual vacada. Y es que además de la suya, sólo quedan otras dos ganaderías de esta sangre: la onubense de Tomás Prieto de la Cal y la ahora francesa de Concha y Sierra. Nada más, el resto es pasto de la memoria. Pues bien, con un semental de este encaste, el toro ‘Lareiro’, un animal que compró al criador portugués la ganadería riojana de ‘Toropasión’, formada por Germán Villar, Carlos Bernabé y Miguel Ángel Pérez, se ha realizado un cruce con vacas de ‘Martelilla’. Es decir, una mezcla revolucionaria, la máquina del tiempo de Palha (el auténtico) con la sangre de una divisa formada con astados de origen Juan Pedro Domecq, Conde de la Corte y Tamarón, puro Parladé, las líneas maestras del campo bravo actual. Los tres ganaderos riojanos han buscado con este cruce la pasión que sienten por el tipo de toros que cría Fernando Pereira Palha -al que admiran-, con la clase, la calidad y el motor de la ganadería andaluza. Dos siglos de separación ahora unidos en la finca alfareña de ‘Toropasión’ y que el pasado martes vio los primeros frutos con el tentadero de la primera hembra, la vaca ‘Garnacha’, hija de dicho semental y de una reproductora de ‘Martelilla’. El acontecimiento se vivió en el coso de Alfaro. Hacía mucho frío y Diego Urdiales vivió con emoción el evento: «La vaca ha tenido cosas muy buenas y ha sido muy exigente, había que poderla mucho y aunque no ha humillado del todo, ha tenido entrega». La aventura no ha hecho nada más que comenzar, pero quizás el encaste ‘Rioja’ tiene ya una pequeña página en la historia. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja
Una de las riquezas más sorprendentes y desconocidas del campo bravo es la variedad genética de los diferentes encastes. Para los no iniciados, se puede poner el ejemplo de las distintas familias de uvas (tempranillo, graciano, viura…) para comprender el universo de las múltiples líneas ganaderas que existen, aunque muchas de ellas ya han desaparecido y otras corran serio peligro de extinción, exactamente igual que esas variedades minoritarias de viníferas que o han periclitado o se han salvado gracias a la terquedad de algunos viticultores y bodegueros apasionados. En la actualidad, uno de los encastes predominantes es Domecq, una rama dentro de Vistahermosa que copa la mayor parte de las vacadas que más lidian. Sin embargo, la riqueza del campo bravo es impresionante y uno de los reductos de la bravura permanece en manos de Fernando de Castro Van Zeller Pereira Palha, un romántico criador portugués que posee en ‘Quinta da Foz’ una ganadería única de casta vazqueña (fundada por Fernando VII) con infinita variedad de pelajes: berrendos de toda clase, jaboneros, negros, cárdenos o castaños. Es el toro decimonónico por excelencia, aquellos ‘veraguas’ míticos de las viejas historias taurinas. Fernando, como explica Arsenio Ramírez (fotógrafo taurino e investigador de la arqueología del toro bravo), ha dedicado buena parte de su vida a rescatar los diversos lotes de su bisabuelo que habían quedado disgregados por todo Portugal con el fin de refundar su actual vacada. Y es que además de la suya, sólo quedan otras dos ganaderías de esta sangre: la onubense de Tomás Prieto de la Cal y la ahora francesa de Concha y Sierra. Nada más, el resto es pasto de la memoria. Pues bien, con un semental de este encaste, el toro ‘Lareiro’, un animal que compró al criador portugués la ganadería riojana de ‘Toropasión’, formada por Germán Villar, Carlos Bernabé y Miguel Ángel Pérez, se ha realizado un cruce con vacas de ‘Martelilla’. Es decir, una mezcla revolucionaria, la máquina del tiempo de Palha (el auténtico) con la sangre de una divisa formada con astados de origen Juan Pedro Domecq, Conde de la Corte y Tamarón, puro Parladé, las líneas maestras del campo bravo actual. Los tres ganaderos riojanos han buscado con este cruce la pasión que sienten por el tipo de toros que cría Fernando Pereira Palha -al que admiran-, con la clase, la calidad y el motor de la ganadería andaluza. Dos siglos de separación ahora unidos en la finca alfareña de ‘Toropasión’ y que el pasado martes vio los primeros frutos con el tentadero de la primera hembra, la vaca ‘Garnacha’, hija de dicho semental y de una reproductora de ‘Martelilla’. El acontecimiento se vivió en el coso de Alfaro. Hacía mucho frío y Diego Urdiales vivió con emoción el evento: «La vaca ha tenido cosas muy buenas y ha sido muy exigente, había que poderla mucho y aunque no ha humillado del todo, ha tenido entrega». La aventura no ha hecho nada más que comenzar, pero quizás el encaste ‘Rioja’ tiene ya una pequeña página en la historia. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja