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viernes, 12 de diciembre de 2014
APUNTES DE UN LUNÁTICO
A veces creo que vivo en un sueño y que estoy dormido. En ocasiones me siento instalado en una realidad paralela a los múltiples acontecimientos que discurren a mi alrededor y que me parecen inconcebibles pero tangibles como cuando me sudan las palmas de las manos. No hay espacio para la equivocación pero me temo que es mejor salir derrotado que frustrado, atónito que aburrido y con las botas puestas aunque hayan quedado todas las almenas derruidas en un paisaje de desconciertos. Tengo para mí que cuando logro asumirme un tanto así es que estoy irremediablemente equivocado, como transportado en un sueño oscuro que rivaliza con el ostracismo. No tengo miedo a equivocarme porque cada día me doy más cuenta de que vivo incrustado en el error, en la vía muerta, en la cama desecha de las madrugadas en las que ya no se me ocurre ni soñar. A veces me veo y atisbo en un bodegón desalentador con una hogaza de pan apenas desmigada, con la corteza reseca y una mancha de vino derramada en una mesa de madera descarnada sin mantel ni copas. Sueño con la imperfección bella de las claudicaciones de alguien que ya no es capaz de terminar un relato y que prefiere leer la Balada de la Cárcel de Reading antes que asomarse a la realidad: ‘Y sin embargo, sepan todos, / cada hombre mata lo que ama. / Los unos matan con su odio, / los otros con palabras blandas’, que escribió Oscar Wilde desengañado del amor y hasta de la muerte. No crean que me quiero hacer la víctima en este manojo de palabras más o menos retorcidas y vagamente comprensibles. No, es una cuestión ciclotímica mía que se suele repetir con el mismo sentido que las olas del mar. Van y vuelven en un sonoro tic-tac que tienen que ver con las mareas, los vientos alisios o la luna. No sé, pero todo esto también me suele influir cada tantos días. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja