Diego Urdiales volvía ayer a Logroño tras una temporada espectacular: corta como pocas pero inaudita por su calado entre los aficionados. Hace unos meses fue Alejandro Talavante el que dijo que era el toreo que más le cautivaba; y esta semana ha sido Curro Romero; es decir, el mítico Faraón de Camas el que en una entrevista a corazón abierto dio los dos nombres de los dos toreros que más le emocionaban. Y señaló –como no podía ser de otra forma– al genial Morante de la Puebla y... a Diego Urdiales, un diestro que ha toreado esta temporada en España hasta ayer dos tardes en Madrid, una en Pamplona y otra en Bilbao. Eso sí, ha logrado faenas inspiradísmas en sus tres corridas francesas: Ceret, Mont de Marsan y Dax, con sendas puertas grandes en estas dos últimas. Todos los festejos, conviene recordarlo, con ganaderías duras, con los hierros más exigentes y complicados del campo bravo y en plazas de primerísima categoría. No le han dado un pitón en La Rioja (excepto Logroño), y no ha tenido la más mínima oportunidad de pisar plazas en las que se repiten los mismos carteles copados obsesivamente por una baraja de toreros del sistema. Diego se tiene que abrir paso a dentelladas. No hay otra opción si desea mantenerse fuera del monopolio, alejado de los intercambios, ajeno a ese núcleo central de despachos donde se reparten los puestos en las ferias. Por no hablar de ofertas indignas que aceptan otros muchos compañeros que se muestran mansos con un modelo en el que impera mucho más no molestar que el toreo mismo. Podría decir mil nombres, pero no viene al caso. Éste es el camino que ha decidido Urdiales y en él ha sido capaz de crecer demostrando en los ruedos una calidad y una clase sólo al alcance de unos pocos. Por eso ha sido capaz de depurar su toreo hasta límites tan insospechados que profesionales de la talla del maestro Curro Romero o Alejandro Talavante han tenido la grandeza de piropear al riojano en público. Personalmente a mí me lo habían dicho –a título privado– más de una figura del toreo, pero Curro y Talavante no han tenido pelos en la lengua para cantarlo a los cuatro vientos. Y es que ésa es la obsesión de torero riojano: torear cada día más despacio y más sentido. Ayer estuvo sensacional en La Ribera, puso infinita tierra de por medio con sus compañeros de terna, pero les digo desde aquí y sin temor a equivocarme, que es capaz –con un poquito que le ayude un toro– de cuajar faenas mucho mejores. Lo que más me gustó de la tarde, además de un buen fajo de muletazos por ambas manos, fue su capacidad de resolución. Esto es: mandar en la plaza, disfrutar toreando y haciendo en cada momento lo conveniente para el toro. Y es que mucho más allá de las orejas y las estocadas, lo que me gusta es cuando se coloca, pone la muleta y empieza a torear. Eso es lo grande de un toreo que vive un idilio interior con su profesión y que se siente feliz rebuscando ese aroma inagotable que produce el toreo bueno. Me gustó la corrida de ‘El Torero’, más por las hechuras que por sus arboladuras, y hubo varios ejemplares importantes además del que desorejó Diego: el noble segundo, el exigente quinto y especialmente el sexto, un toro encastado y repetidor que puso de evidencia que el diestro vasco no atraviesa, ni de lejos, el momento que vivió en mayo en Las Ventas.
LUNES 22 DE SEPTIEMBRE DE 2014 - 4ª de Abono - 18.00H Toros de EL TORERO para DIEGO URDIALES, EL FANDI e IVÁN FANDIÑO / Esta crónica la he escrito en Diario La Rioja