domingo, 17 de agosto de 2014

Gran triunfo de Diego Urdiales en Dax

El arnedano cortó dos orejas tras una sensacional faena a un torazo de 640 kilos de Pedraza de Yeltes

Diego Urdiales tocó el cielo ayer en Dax después de cortar dos orejas a su segundo toro tras una sensacional faena que confirma de manera definitiva que se encuentra en el mejor momento de su vida; dos orejas que ratifican el sitio que pide con su toreo añejo y que le consagran de manera definitiva en Francia, país en el que cuenta sus actuaciones por triunfos. Hace unas semanas conmovió Mont de Marsan y ayer a Dax tras superar uno de los retos más duros y hermosos a los que pueda enfrentarse un torero. Y es que la tarde no fue precisamente fácil, fue un absoluto devenir entre el infierno inmerecido de los tres avisos de su primer astado, al que toreó con especial donosura, y la heroica y sentida faena al gigantesco quinto, un impresionante morlaco de más de 640 kilos de peso al que cuajó por ambos pitones de principio a fin, especialmente en redondo, y en el que demostró que muy pocos toreros (quizás dos o tres en el escalafón) son capaces de sacar partido a aquel torrente, templarlo por abajo, frenar su empuje y gustarse y sentirse con una cadencia sólo al alcance de unos pocos elegidos. Fue un faenón, el faenón de una tarde marcada por el volumen desaforado y la seriedad de la corrida de Pedraza de Yeltes, un lote a la antigua con toros tan correosos como poderosos que llenaron de emoción y sensaciones de todo tipo los colmados tendidos de Dax. Además, la tarde de Diego tuvo el mérito doble de superar el sinsabor de los tres avisos del primero y subir hasta la punta del Everest desde el fondo de una de esas simas abisales que los atlas aseguran que existen en el Océano Pacífico. Un viaje memorable entre el Ying y el Yang de un torero que, lejos de desesperarse cuando todo se hacía de noche, fue capaz de sacar fuerzas de su alma para sentirse torero; es decir transformarse en una especie de ser todopoderoso capaz de mover las manecillas de un imaginario reloj a su antojo y lograr dos amaneceres en el mismo día. Dos, como las dos orejas balsámicas y gloriosas que marcan, una vez más, el ritmo de un torero que camina embalado al infinito. El primer toro de Diego Urdiales tuvo cierta calidad pero le faltó celo. Sin embargo, el diestro riojano lo entendió muy bien y consiguió muletazos largos y templados. Pero al verse obligado, se fue parando y saliendo de las suertes con la cara por las nubes. Diego, que había estado muy firme con él, se lo llevó al final por abajo a los terrenos de sol para rematar la faena en las tablas. Fue a por la espada y a partir de ese momento la cosa se puso casi imposible porque el toro, tras el primer pinchazo, sólo quería la huida. Y fue un trago, aunque un cierto sector de la plaza aplaudió al torero y lo recibió con una ovación antes de comenzar la faena del triunfo, todo un detalle de un público que conoce el toreo y que sabía que lo sucedido antes había sido un accidente. De la amargura al triunfo, así se escribe la historia y así lo hizo el torero de Arnedano en la plaza en la que hace quince años Paco Ojeda le concedió la alternativa. El mejor lote de la corrida cayó en manos de Javier Castaño, que estuvo a punto de indultar al tercero de la tarde tras una faena de muleta volandera. El toro fue un torrente de bravura en el caballo: nada en más y nada menos que cinco encuentros con la montura de Tito Sandoval, el último de ellos casi desde los chiqueros. Pero se enredó de mala manera con la espada y tiró por la borda un triunfo a golpe cantado. En el sexto, otro gran toro, lo mejor de su actuación corrió de cuenta de David Adalid y Fernando Sánchez, sus dos estrellas de la cuadrilla. Antonio Fe rrera se mostró como ausente y se las tuvo tiesas toda la tarde con un sector de la afición. o Esta crónica la he publicado en Diario La Rioja