Haro vivió ayer un día de fiesta, sus calles, sus bares, los restaurantes.... y su plaza de toros, que registró una entrada impresionante ante la llamada de un cartel medio, con toreros que torean en muchas cosos pero que no están en el núcleo de las figuras y que demostraron un tirón del que en ocasiones éstas carecen. Tal fue la afluencia de espectadores al coso que las taquillas no dieron abasto y hubo que retrasar unos minutos el inicio de la corrida. Y más aún, cuando sonó el clarín, cientos de personas todavía estaban fuera esperando para adquirir sus localidades. Increíble, pero cierto. Y más cuando pocos o muy pocos confiaban en que los toros en Haro volvieran a renacer tras dos años oscuros y tristes con la plaza cerrada a cal y canto. Creo que la capital del vino está ante una gran oportunidad para reverdecer viejos laureles y que el nuevo empresario del coso puede rematar buenos carteles porque la gente va a responder ante la llamada del toreo. Los toros interesan, no sólo por lo que sucede en el ruedo, sino por la economía que generan en el mundo de la hostelería y en los comercios de las ciudades. Ayer, las calles estaban a rebosar a sabiendas de que por la tarde, en el coqueto coso centenario, había toros, había un motivo para disfrutar de un gran día. Lástima que la corrida de fuera tan calamitosa en cuanto a su juego y lo exageradamente terciada en su presentación. Toros bonitos que con apenas un picotazo claudicaban y buscaban las tablas como único refugio ante su total ausencia de casta. Ésa fue la realidad de un festejo que no estuvo a la altura de la gran expectación que había levantado. Y eso que Padilla, Fandi y Fandiño pusieron todo de su parte: la entrega del jerezano (impecable, oiga), las carreras de El Fandi (no paró de correr) y la reciedumbre de un Iván Fandiño (para mí que no pegaba en este cartel). Desde que apareció el primer astado correteando se pudieron apreciar las intenciones del lote de ‘funos’ reseñados: nula codicia, escasez de fuerza, poco o nulo pitón y huidas constantes hacia las querencias. Material difuso y confuso, excepto el coloradito sexto, el más guapo y el que más opciones dio para embestir. Fandiño es un torero bregado en mil batallas, con un corazón de acero y logró una muy apreciable tanda por el pitón izquierdo. Cuando esperaba que fuera a seguir por ese lado, montó la espada en la muleta y siguió en redondo hasta abrochar la faena con un fulminante espadazo. Me quedé con las ganas de ver más al vasco al natural y eso que fue el único de los tres espadas que soltó un poco los vuelos para trenzar una faena.Por cierto, la plaza de Haro posee una banda de música excepcional que multiplica la belleza de las corridas, a pesar de un presidente riguroso como los más duros de Madrid a la hora de conceder orejas pero al que se las cuelan todas por la mañana en los reconocimientos. Es decir, parece olvidarse del reglamento en ambas ocasiones, cuando da paso a algunos astados impresentables y después, por la tarde, cuando desde el palco vuelve a saltárselo en el momento de conceder los trofeos. La primera es del público, le guste o no al usía, ¡del público! Hubo varios coros desde los tendidos de sombra que le pidieron la dimisión. ¡Hay que ver qué aficionados a tan duros! o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja