El último concierto en La Rioja de Paco de Lucía fue en septiembre de 2004, en la inauguración de Riojafórum
Recuerdo que la primera vez que escuché la guitarra de Paco de Lucía no sabía que era él. Sonaban unos fandangos de Camarón con un lejano eco de un coro en el que asomaba el grito del gitanito de San Fernando y el sonido de los ritmos alosneros que marcaban el acento de Paco. El tocaor de la Isla del León era un genio que definió para siempre la historia del cante flamenco y que tanto en solitario como de la mano del inolvidable José Monge marcó para siempre el nudo gordiano de una música que hasta su llegada parecía dramáticamente relegada al folklore y a la esfera de lo románticamente pintoresco. Pero Paco no quería sentir al flamenco como un yugo y quizás por eso dijo en más de una ocasión que «reivindico para mí a Francisco Sánchez, una persona a la que le gusta la paz, la tranquilidad, la serenidad y todo eso es incompatible con convivir con Paco de Lucía». Y no le faltaba razón a un músico que llenaba estadios en todo el mundo pero que prefirió dar un paso atrás en la escena pública para dedicarse a vivir y a componer, a pesar de que él mismo reconocía la dificultad que entrañaba la creación y que tocar en España suponía casi siempre que los patios de butacas se llenaran de guitarristas para escrutar hasta la más sencilla de sus falsetas.
Parece ser que la primera vez que estuvo Paco de Lucía en La Rioja fue en un concierto que se celebró en la plaza de toros de Calahorra un veinte de julio de 1979. Chema Purón recordaba ayer en las redes sociales lo que supuso compartir escenario con un gigante de la música: «Ya entonces, su humildad y su categoría hacían presagiar que llegaría muy lejos...». Y no se equivocaba Chema Purón porque llegó hasta donde no ha llegado nunca ningún músico español. Su primera girá la realizó con apenas quince años con la compañía del bailaor José Greco y sus primeras obras discográficas las grabó con Ricardo Modrego y Ramón de Algeciras, su hermano desaparecido hace ahora cinco años. Se convirtió en estrella del hit parade en 1973, con ‘Entre dos aguas’ y tras revolucionar el flamenco con Camaron tras coincidir con él en ‘Torres Bermejas’ y grabar con la producción del padre del guitarrista varios de los mejores discos de la historia del flamenco, entró en contacto con la música brasileña, con el clasicismo de Falla, Albéniz o Rodrigo, con el jazz de Chick Corea (uno de sus ídolos), John McLaughlin, Pedro Iturralde, Al Di Meola o Larry Coryell. Además, gracias a su sexteto, creó el concepto actual de grupo flamenco, que ahora es el modelo para presentar esta música sobre cualquier escenario del mundo y en el que Rubén Dantas trajo el cajón desde Perú gracias a la intuición de Paco.
Su última actuación en Logroño se remonta a la inauguración de Riojafórum, en septiembre de 2004, cuando vino con todo su grupo en la gira de ‘Cositas Buenas’, el último disco que grabó sin contar con las reediciones y mejoras de su obra publicadas tras concederle el Premio Príncipe de Asturias.
Las principales influencias de su vida ha sido su padre, que lo puso a tocar la guitarra desde que era un niño, y Sabicas, el genio flamenco que reinaba en el Nueva York del Waldorf Astoria y Carmen Amaya y que le impresionó en aquella primera gira con José Greco. Antonio Sánchez Pecino era un tocaor modesto que se marcó un firme propósito para su existencia: hacer de sus hijos extraordinarios artistas del flamenco para que nunca tuvieran pasar los tragos y las humillaciones que él tuvo que aguantar en tantas fiestas para guiris y señoritos. Y le nació un genio. La otra figura esencial fue Sabicas, el guitarrista pamplonés que marcó su camino desde Nueva York: «Has tocado muy bien, pero un guitarrista ha de tocar su propia música y no copiar a nadie», le dijo. Aquella frase le cambió la vida y a su armazón técnica unió su personalidad y sus sentimientos. Norberto Torres, conocedor máximo del arte de la guitarra, escribe que Paco de Lucía «agota las posibilidades técnicas de la guitarra flamenca. Trémolos hasta el límite del mástil, picados con velocidad difícilmente superable y ligados sobre todas las posiciones de acordes de la cadencia andaluza». El propio Paco de Lucía dejó escrito que el flamenco es «la expresión de las tendencias fundamentales del ser humano: la muerte, el amor, el deseo, el dolor». Todo eso y mucho más –si es que existe algo más allá de todos esos sentimientos– configuran el legado de uno de los maestros esenciales del arte contemporáneo universal, que nació en España y que se lo ha llevado su corazón en una playa de México. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja.