Rocío Márquez dejó el jueves en el Salón de Columnas un concierto excepcional, una obra artística sencillamente maravillosa que comenzó batiendo cualquier cota de intensidad de la que ya no descendió hasta que la afición no la dejó bajarse de un escenario en la que la cantaora onubense bordó literalmente el arte flamenco. Rocío aúna un prodigio de saberes, canta como los ángeles, con una voz melismática, dulce como la canela y a la vez poderosa y enérgica, con una garganta con la que desafía cualquier respiración posible para contener el aliento al escuchar sus infinitos y trepidantes melismas. Y lo hace sin apenas esfuerzo aparente, soberbia, técnica hasta decir basta, pero sintiendo cada nota en su garganta como si fuera la última. ¡Qué poderío y qué dulzura! Además, su panoplia de cantes supera de largo lo convencional y es capaz de adentrarse en una malagueña ‘abandolá’ con la misma soltura que en una habanera, en unos caracoles de Chacón o en ese romance marchenero de Córdoba, dictado sutilmente sílaba a sílaba, susurrando el cante, escrutándolo en cada compás con una delicadeza en la que se citan buena parte del alma del flamenco de todas las generaciones. O la petenera, tan hermosa; o los tangos dedicados a Enrique Morente, o el pregón del uvero, casi olvidado y que tan bien cantaba Manolo Caracol, ese genio tan universal y desconsolado del flamenco. Rocío Márquez ha sido una de las apariciones jóvenes más grandiosas de los últimos años de los Jueves Flamencos. Se adivina en ella una capacidad para crecer ilimitada, conoce la tradición –la ama– pero a la vez tiene tanto talento, tanto vigor, que su nombre está destinado a ocupar en unos pocos años uno de los puestos señeros de la baraja de los mejores cantaores. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja
o XVIII JUEVES FLAMENCOS DEL SALÓN DE COLUMNAS DEL TEATRO BRETÓN (LOGROÑO). Cante: Rocío Márquez. Toque: Manuel Herrera. Salón de Columnas del Teatro Bretón (Lleno). Jueves, 20 febrero de 2014