El toreo vive momentos de crispación interna desconocidos hasta el momento. Las cinco principales figuras han dado un paso inaudito colocándose frente a la empresa Pagés de Sevilla y renunciando a actuar en una de las ferias mas importantes del mundo con un ultimátum que parece que no es sólo un farol de cara a la galería. Las razones no son económicas, ni tienen que ver con el tamaño del toro. Las razones son de respeto y trato tanto a ellos como a la fiesta. Sevilla es la plaza más cara, llena tiene un cargo en taquilla muy superior a Madrid, que la dobla en espectadores. La empresa Pagés la ha dirigido como un cortijo sin miramiento alguno a los méritos contraídos. De hecho, el torero ha sido para ellos su enemigo necesario. Ahora recogen los frutos de tantos desatinos y son los espectadores los que pagan todas sus incoherencias. La cuestión reside en saber si alguna de las partes en litigio dará su brazo a torcer. Si los toreros reconsideran su plante y vuelven a Sevilla a las primeras de cambio, habrá ganado el sistema. Si los toreros siguen firmes y aguantan, podrán ganar esta guerra. El problema es que en las guerras siempre hay deserciones. ¿Las habrá en Sevilla si hay guerra?
o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja.
