Sergio Felipe es un novillero que apenas hace un mes era un auténtico desconocido. Ni yo, que soy un friki de este negociado, tenía la más mínima noción de su rastro a pesar de que me devoro todas las revistas del ramo y navego por la mayoría de las webs taurinas a la búsqueda de nuevos nombres que me ilusionen. Llegó Sergio Felipe a Las Ventas en esas torvas novilladas del mes de agosto en las que abudan el cemento, el grupo habitual de japoneses y el núcleo mínimo de irreductibles. Y cuando ni unos ni otros esperaban lo más mínimo parecido al toreo, salió el albaceteño y se puso a torear. Lo hizo un punto rígido, como ayer en Arnedo; y como ayer en el Zapato de Oro, con una verdad descomunal, con esa autenticidad que periguen los toreros que les gusta pasarse los pitones cerquita de los tobillos. Es posible que Sergio Felipe tenga infinidad de defectos técnicos y muchos matices por corregir, pero se atisba en su perfil auténtica madera de torero. Se llevó una fea cornada en la pantorrilla en una faena en la que voló varias veces por los aires y en la que tras ser feamente cogido en unas gaoneras de infarto, tuvo el coraje de volverse a plantar solo en el centro del ruedo y echarse el capote a la espalda para ceñirse las embestidas de un novillo, que parecía un toro, como si segundos antes no hubiera pasado nada. Es decir, un torero; o mejor dicho, un novillero ejerciendo de tal cosa ante un novillo con hechuras de toro. Una verdad que le tiene que valer a pesar de que se pierda por la cornada de ayer la novillada de mañana que tenía ajustada en Madrid. Pero a los toreros así hay que esperarlos siempre y desde ya este cronista le aguarda con ilusión. En otro orden de cosas tengo que reconocer que me impresionó la seriedad de la novillada de Baltasar Ibán, tanto en su presencia exterior como en la impresionante seriedad de su comportamiento. Novillada dura de patas, con casta y con algún ejemplar tan bueno como el tercero, un auténtico tejón que quería todo por abajo y que puso en su sitio a Lama de Góngora. Por cierto, también me gustó José Garrido a pesar de que se llevó el peor lote.
o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja.
