sábado, 28 de septiembre de 2013
NOS QUEDAMOS SIN HERMOSINA
El toro ‘Listoncillo’ apuntaba alto, muy alto. Pablo Hermoso de Mendoza lo sabía y por eso decidió apurar el primer tercio más corto de su historia en Logroño para sacar a ‘Disparate’, el caballo heredero de ‘Chenel’, y poner bocabajo La Ribera con esa prodigiosa e innovadora suerte, llamada Hermosina, en la que cambia el toro de pitón a pitón girando alternativamente su costado en una especie de carrusel prodigioso. Lo hizo una vez, el público se quedó de primeras atónito casi como sin darse cuenta de lo que estaba sucediendo en el ruedo hasta que en la segunda tanda el toro perdió las manos y quedó tendido como si estuviera lesionado. La decepción fue mayúscula, la del público y la del propio Pablo Hermoso, que se quedó otra vez con la miel en los labios dejando escapar una vez más la posibilidad de un triunfo gordo en La Ribera, cosa que no sucede desde el año 2009, cuando logró su última Puerta Grande en Logroño. Y eso, conociendo a Pablo y asomándose sucintamente a su trayectoria, es una barbaridad. El público reaccionó con una incredulidad que se tornó en perplejidad para acabar en un profundo desconsuelo. El jinete navarro lo intentó todo a sabiendas de que era imposible ya conseguir nada y aunque sacó a ‘Pirata’ para poner un par de banderillas cortas a dos manos, el toro se volvió a derrumbar y no quedó más remedio que poner punto final a la actuación. Duele sobremanera estar un año esperando a Pablo en Logroño y cuando teníamos todos el caramelo casi desenvuelto comprobar que antes de llevarlo a la boca se había caído al suelo sin posibilidad alguna de recuperarlo. Me imagino a Pablo rabiando por sus adentros con esa impotencia suya incomprensible para un torero que da la sensación de que lo puede todo, en el ruedo y fuera de él. Por cierto, su primer toro, un animal marcado por su coraje interior, fue tremendamente complicado y el de Estella se detuvo en una lección sorda de doma y montura, de torería y de temple. El lucimiento era imposible pero la verdad de su maestría se hizo tan palpable para los aficionados que yo me descubro ante su capacidad analítica para hacer en el ruedo exactamente lo que conviene, aunque yo, como periodista, no sea capaz de darme cuenta antes sino segundos después del desempeño del mejor torero a caballo de la historia. Personalmente ya estoy descontando los días que faltan hasta el año que viene para volverle ver hacer el paseíllo en nuestra plaza. La tarde fue de principio a fin de Leonardo Hernández, un tipo tocado con una especie de varita mágica en Logroño, que cuenta sus actuaciones en La Rioja casi por apoteosis. El año pasado un rabo; ayer tres orejas con el mejor lote de la tarde en una actuación magnífica, asentada, de una profesionalidad increíble y ratificada además con unos rejonazos fulminantes, no canónicos, pero realmente efectivos. En ocasiones da la sensación de que su cuadra flota, como si sobrevolase el ruedo con sus caballos alados, como si en vez de una cuadra de équidos normales, fueran auténticos pegasos. Y debían de ser potros porque tiene en México retenidos los caballos titulares. Sergio Domínguez volvió a perder al menos una oreja en cada toro por sus fallos con la espada. Me encantó ‘Gallito’ en el quinto, sobre todo su última banderilla. Pero sin espada no hay felicidad y los triunfos es imposible que lleguen. o Esta crónica la he publicado en Diario La Rioja.