Foto: Tierras Taurinas |
Morante de la Puebla reapareció el pasado sábado en Ronda con una tarde mágica en la que por momentos bordó el toreo. Sin embargo, al día siguiente dobló el mapa y se anunció en Dax (Francia) en un mano a mano con Sebastian Castella para estoquear toros de diferentes ganaderías: Alcurrucén, Garcigrande y Victorino. Era la segunda vez en su carrera que se citaba con un toro del encaste Albaserrada (lo había hecho hace unos años en la Maestranza de Sevilla en una inolvidable tarde en la que se las vio con ‘El Cid’) y cuajó una faena tan sorprendente como emotiva. El toro de la A coronada se llamaba ‘Matemáticas’, había nacido en el año 2009 y tuvo un comportamiento radical en todos los tercios. Probó en el capote sin demasiada entrega, hizo una pelea bravísima en varas empujando en el primer encuentro con el del castoreño con una enorme codicia y cogió a dos banderilleros de la cuadrilla de José Antonio: ‘El Lili’ acabó con la muñeca fracturada y Paco Peña fue volteado con crudeza pero sin consecuencias graves para su salud. Salió Morante con la muleta en la mano. Al toro le costaba una barbaridad entregarse y le demostró desde el primer momento que era imposible por el pitón izquierdo: se venía directamente al pecho del torero con la cara por las nubes. Sin embargo, por el derecho, el toro humillaba con todo al principio del muletazo aunque la segunda parte de la embestida se agriaba con una evidente tendencia a rebañar, a quedarse corto y a buscar la anatomía del torero. Y exactamente ahí surgió un Morante descomunal, valentísimo a pesar de la desconfianza de una afición que pitaba y desconfiaba de sus intenciones. La faena se iba engrandeciendo porque Morante le ponía la muleta al toro como si realmente fuera bueno y no para sortear sus embestidas con chicotazos. Morante se la ponía para torear. Poco a poco el público francés se fue dando cuenta de las intenciones del torero y asombrosamente comenzaron a brotar lances en redondo magistrales. A algunos aficionados galos les parecían inauditos porque parece imposible que de esa sensación de fragilidad ‘morantiana’ pudiera surgir un toreo de tanto mando, de tanta profundidad, de tanta verdad. Morante ha llegado para quedarse y se ha convertido en una de las banderas de la pureza y la naturalidad del toreo. Se ha hablado poco de esta faena, de este monumento secreto al arte del toreo que dejó para la memoria en la ciudad del Adour. / Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja.