Diego Urdiales recibió ayer el alta hospitalaria y se recupera ya en su casa de Arnedo: «Estas cosas pasan y además siempre acaban fortaleciéndonos» / Foto de Carmelo Betolaza
Diego Urdiales recibió el alta hospitalaria en Burgos después de comer y a media tarde regresó a su domicilio de Arnedo. El matador riojano está literalmente molido. Tiene una cornada de dos trayectorias en la ingle derecha, otra en la encía superior, bajo el labio y por si fuera poco, dos costillas rotas: «Son cosas que nos pasan a los toreros, convivimos con ellas y siempre nos fortalecen», explica.
-¿Cómo se encuentra?
-Estoy muy contento de haber vuelto a casa, de ver a mi hija y de estar con los míos. Físicamente es otra cosa, pero la verdad es que lo que más deseo es poder volver a torear cuanto antes.
-¿Puede parecer una locura?
-Quizás lo sea, pero torear me hace sentir vivo y los toreros tenemos muy interiorizado lo que supone ponerse delante de un toro y los riesgos que corremos. En esto reside buena parte de la belleza de esta profesión. También me impongo un entrenamiento mental muy fuerte para ser capaz de superar todos estos trances.
-¿Qué pensó cuando se vio cogido?
-Son instantes asombrosamente rápidos en los que sin embargo sientes una lucidez increíbe. Me noté la herida, sentí el dolor, el sitio tan complicado donde era la cornada y pensé que quizás no era muy fuerte porque no sangraba excesivamente. Luego llegas a la enfermería y procuras que todo sea lo más normal posible porque la gente se altera mucho.
-¿Por qué le volvieron a intervenir en el Hospital?
-Fue una cuestión del cirujano. Me dijo que había visto el momento de la cornada en la tele y que el pitón había girado dentro de mi cuerpo y quería comprobar que todo estaba bien.
-¿Tuvo algo de especial el toro que presagiara la cornada?
-Fue un animal con una embestida espesa. Con el capote fue mejor por el izquierdo y luego en la muleta por ese sitio no quiso saber nada. Se lo guardó todo dentro. Era de esos que te miran por encima del estaquillador y que les cuesta mucho entrar en el primer embroque. Pero no fue el peor que me ha tocado.
-¿Ha pensado en cómo llegó la voltereta?
-Yo sabía que podía hacer lo mismo que con la muleta y lo hizo. Me lanzó un derrote a la rodilla derecha, me desquilibró y después en el suelo, me volteó hacia arriba y me corneó en la ingle y después en la cara.
-Son momentos duros...
-Esa crudeza que tiene el toreo es una verdad inapelable y lo hace único.
-¿Qué plazos le han dado para la recuperación?
-Oficialmente unos veinte días para la cornada, pero claro, está el tema de las costillas que es muy molesto. Lo de la cara lo veo que cada día va mejor. No sé, yo espero estar cuanto antes.
-¿Se ve en Huesca el 11 de agosto? ¿Son toros de Victorino Martín?
-Me veo... y con victorinos. Creo que es una fecha muy bonita para reaparecer y una plaza que no conozco y en la que me apetece muchísimo triunfar.
-El empresario de Calahorra dice que no quiere torear en su plaza...
-Bueno, todo el que me conoce sabe que eso es una gran mentira. Calahorra es una plaza en la que he toreado siempre absolutamente feliz. Hace dos años corté dos orejas, fui el triunfador de la feria y no he vuelto a hacer el paseíllo allí.
-Dijo, además, que le habían hecho una oferta de 2.000 euros menos que al vasco Iván Fandiño.
-Creo que no es ético hablar del dinero de nadie públicamente y menos de otro torero que está en el cartel y que no tiene culpa de nada. Jamás voy a hablar de cantidades, lo que puedo decir bien claro es que la oferta que me hizo era inaceptable y en esas condiciones yo no voy a torear en ningún sitio.
-Otros lo hacen y por menos.
-Es su problema. Yo tengo claro que ponerse delante de un toro merece un respeto en todos los sentidos y para mí el traje de luces es algo sagrado. Allá cada cual. / Esta entrevista la he publicado en Diario La Rioja.