Manuela Carrasco y su compañía cierran esta noche en el Teatro Bretón la XVII edición de unos memorables Jueves Flamencos
Manuela Carrasco presenta esta noche en el Teatro Bretón (21 horas) su composición ‘Suspiros flamencos’ en una cita que marcará el final de este ciclo en un año marcado por los extraordinarias actuaciones de Arcángel y Curro Piñana. Para aquel que no lo sepa, conviene destacar que Manuela Carrasco, bailaora sevillana de raza y Premio Nacional de Danza de 2007, es una de las sublimes referencias de la danza flamenca contemporánea y una auténtica irredenta del quejío jondo más genuino. De hecho, ella aprendió a bailar por su cuenta y riesgo en ese hervidero flamenco que era Triana a mediados de los años sesenta. Su padre era bailaor y su madre, una gitana emparentada con la familia de Los Camborios, que es nada menos que una de las dinastías flamencas y gitanas que hunden su raíz en el impresionante Poema de la Guardia Civil del Romancero Gitano de Federico García Lorca. Por eso, al hablar del Manuela y de su flamenco conviene poner el acento en lo mayúsculo de su personalidad, de su acento de Diosa de la soleá, de gigante de la siguiriya, de la furia de unos pies de los que dijo Eva la Yerbabuena que fueron los que le convencieron realmente para convertirse en bailaora flamenca. Unos pies limpios, preciosos y que no descansan, tal y como acertó a describirlos el periodista Jorge Fernández Bustos.
Manuela no tuvo profesores de baile y se formó de manera autodidacta. A pesar de la oposición inicial de sus padres, debutó a los once años en el ya desaparecido Tablao La Cochera de Sevilla, a los trece realizó una gira de dos años por toda Europa con el elenco del bailaor Curro Vélez.
De ahí marchó a Madrid, donde comenzó a bailar como solista en el legendario tablao Los Canasteros. Causó sensación por su fuerza y su gran temperamento y por unas formas de interpretar la danza lejanas a cualquier academicismo y que recordaban a las primitivas pioneras del flamenco. José Luis Ortiz Nuevo describe así ese estilo: «Cuando Manuela comienza el rito de su baile, con su sola presencia, en el firme y estático cénit de sus ojos calientes, de su cuerpo arrogante; se presienten ya, se auguran furiosos e inmediatos los solemnes pasos y las manos sabias, que se airearán luego libres y exactas por los espacios del compás y la armonía. Y no sólo sus brazos, aislados de su cuerpo danzando, sino que es todo el conjunto maravilloso de su genio y su figura, lo que nos sobresalta de instante y por los caminos de una creación continuamente renovada, poderosa y cierta hasta en los más leves destellos de su baile».
‘Suspiros flamencos’, la obra de esta noche es, como explica Silvia Calado, una sencilla secuencia de bailes de la veterana bailaora y sus correspondientes entreactos del cuarteto de bailaores. Cuerpo de cante a un lado. Cuerpo de guitarra -más cajón- al otro. Y en el centro, para ella sola, el cante titánico de Enrique el Extremeño. Fiel a una fórmula infalible, que aplica a jaleos, alegrías y a su soleá, la sevillana comienza inquietando con la sola aparición de su estampa. Si no un mantón, un capote. Lo alza, lo revolea, lo arroja. Y allí queda ella, gigante y quieta, esperando. El eco de El Extremeño la envuelve y la empapa. Ella lo va absorbiendo, lo va interiorizando... Y, de súbito, estalla en baile. Pletórica de forma, la bailaora trabaja con furia sus pies y su alma". o Baile: Manuela Carrasco (solista). Rafael del Carmen, El Choro y Óscar de los Reyes (Cuerpo de baile). o Compañía. Enrique El Extremeño, Emilio Molina y Rubio de Pruna (cante); Joaquín Amador y Paco Iglesias (guitarra) y José Carrasco (Percusión) o Teatro Bretón. A las 21 horas./ Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja.