miércoles, 23 de enero de 2013
VÍCTOR MONJE, SERRANITO, INCONMENSURABLE
Se dice de Serranito que es para los guitarristas un tocaor de tocaores; algo parecido a lo que fue Curro Vázquez para los toreros. Y no parece extraño porque su estilo es tan complejo y alambicado que a nadie deja indiferente. De hecho, para los que no le conocen puede llegar hasta sonar raro, meticuloso en sus tercios y complejo hasta extremos insospechados: pero su expresiva flamencura es capaz de dejar inerme a cualquiera, como en la tremebunda soleá con la que arrasó en falsetas mágicas y delicadas, como recién salidas de esa fábrica de sonidos que tiene en su inverosímil mano izquierda. Quizás sea Víctor Monge el único tocaor del mundo que no repita un sola nota en cada canción: cada momento es diferente, cada cambio se presenta como una arrebatadora lucha contra la retórica mil veces repetida del flamenco. Y su sonido sale negro y a veces, inmarcesible, como en la taranta inicial o en la bulería de la ‘Calle de la Sangre’, en la que se desbordó de tanto de compás, de tanto desgarro. De alguna manera, el maestro recordó por momentos a la impresionante desnudez india de Ravi Shankar, a su pureza expresiva; pero también a Pau Casals, porque acostumbra a canturrear por lo bajini cuando dialoga con su guitarra. Y aunque venía de Madrid y de recibir uno de los premios más importantes del flamenco, se entregó en Logroño y fue capaz de emocionar por su abrumadora calidez y su asombrosa dificultad. /Artículo publicado en Diario La Rioja en 2007