viernes, 30 de noviembre de 2012
SERÉ MECÁNICO POR TI
Una leyenda urbana de las muchas que pululan por mi universo musical y mental, que es amplio porque divaga a lo ancho y lo largo de mis hemisferios cerebrales y altamente disperso –dada mi mismidad ecléctica y heterodoxa– me recuerda que Julio Anguita (uno de los héroes de mis perdidas mocedades) y Kiko Veneno (ultimísimo premio nacional de Música) estudiaron juntos Filosofía y Letras en no sé qué universidad. Anguita, el Califa místico, el Averroes de la pinza, junto a uno de los más geniales compositores que uno pueda echarse a la cara. Los dos, unidos, estudiando por Kant, casi nada. Anguita creo que sigue en la brecha, no estoy muy seguro, y Veneno, el catalán más andaluz que se recuerda desde Carmen Amaya, ha llenado mis estanterías mentales de ácida melancolía: ‘Seré mecánico por ti’ o ‘Está muy bien eso del cariño’, ha cantado mucho después de tropezarse con Raimundo Amador en aquel mítico ‘Veneno’, el disco que apareció en su portada con una piedra gigantesca de chocolate y en el que contaba un misterioso quehacer de San José de Arimatea, que ni tenía callos que lo avisaran de tormentas y que además se lo hacía de incógnito después de guardarse una piedra en una bolsa e irse a descansar. Kiko Veneno, el hombre del ‘Volando voy’ de Camarón (el único himno que me da la gana reconocer) o el de ‘Por ahí viene Joselito, con los ojos brillantitos, por la calle Peñón...’. Una vez, hace casi tantos años que me da vergüenza acordarme, tuve el placer de perderme con él, hablar de José Monge, de Ricardo Pachón y hasta de Juan Perro. Sentí tanta ternura y tanta acidez, que cada vez que escucho uno de sus temas me siento en Punta Paloma, asestando ripios con mi corazón a las nubes que vienen de África. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja