01. Primera de Feria / Victorino - Ferrera-Urdiales-Bolívar
DIEGO URDIALES, LA EXCEPCIÓN CULTURAL
Diego Urdiales constituye una auténtica excepción cultural en este mundo de la tauromaquia revenido y ajado no sólo por el paso del tiempo, sino por la torva irresponsabilidad de sus gestores. El torero de Arnedo camina solo -ayer no estaba ni su apoderado en la plaza-, pero a pesar de todos los pesares que se acumulan en su costado, volvió a reivindicar la honda plenitud de su toreo, la desnunda fragilidad de una concepción tan pura, tan luminosa, de tan lento trazo, que se ha convertido en un verdadero marciano, en un extraterrestre en el planeta de los toros, en una rara avis que marca las diferencias en el ruedo y fuera de él. Diego Urdiales torea desnundo, sin artificios, encajado como casi ninguno, por eso cuando brota su toreo los olés erupcionan del alma, no a compás ni previsibles, del alma. El arnedano ahonda en el tuétano del olé porque torea con tanta pureza, con tanta verdad, que el tiempo parece desvanecerse desde el embroque perfecto hasta el final del lance, siempre por abajo, siempre medido, siempre sin darse la más mínima ventaja. Su actuación de ayer fue sencillamente memorable y la faena del quinto, la demostración de que estamos ante un verdadero privilegiado del temple. Es difícil torear más hondo sin el más mínimo retorcimiento, más profundo con tanta verticalidad, con esa naturalidad irritante del que sabe la urdimbre misma del toreo y la gestiona sin inquietudes, aunque viva casi siempre en el filo del abismo. Ayer la corrida de Victorino Martín volvió a demostrar las razones por las que estamos ante una ganadería mítica. Muy buenos los toros buenos, pero que tampoco suelen perdonar el más mínimo resquicio, como le pasó a El Víctor en el quinto al sacarlo de caballo, que lo levantó en un suspiro infiriéndole nada menos que tres cornadas. Diego ya había estado superior al natural con el segundo de la tarde, hubo tres series sensacionales, pero su eclosión llegaría después, con un quite primoroso por delantales al cuarto (la media de remate fue un primor), y con un faenón memorable en el quinto. Sentir el toreo y decirlo, encajarse con la muleta y el toro, tirar de él e imponer el ritmo a un astado bueno que regaló embestidas por doquier y con el que Urdiales se rebosó, sobre todo por con la mano derecha con esa forma suya tan particular de dictar el embroque, de sentir el latido delanimal con un pulso absolutamente preciso y torear. La faena fue una preciosidad de principio a fin, y tanto gozó el torero de Arnedo que se confió al gustarse en exceso al rematar la última tanda que fue volteado haciendo vivir a la plaza unos instantes dramáticos. Recetó un estoconazo inapelable en la yema y dos orejas infinitas... Victorino envió una corrida justa de carnes a Logroño, pero astifina, encastada y con tres toros importantes, sobre todo el segundo de Antonio Ferrera (con un gran pitón izquierdo) y el quito de la tarde, que tuvo ese fondo de clase y bravura para ir siempre por abajo y hasta el final de los muletazos del torero de Arnedo. Gran triunfo, agridulce por la cornada de El Víctor, pero una nueva demostración de la clase de un torero extraordinario.
02. Segunda de Feria / Alcurrucén (San Mateo y San Pelayo para Reojnes) - Hermoso de Mendoza-Urdiales-Luque
PABLO Y DIEGO, ¡TORERAZOS!
La tarde de ayer en La Ribera fue un gran espectáculo, una corrida con infinidad de matices que me hizo disfrutar como aficionado casi desde principio a fin: seriedad máxima en los cuatro toros de lidia ordinaria de la divisa de Alcurrucén, variedad en su juego, cornamentas astifinas que cortaban el aire y la respiración, un torero a carta cabal –Diego Urdiales– que volvió a dar una dimensión impresionante, otro más pinturero y liviano –Daniel Luque–, y Pablo Hermoso de Mendoza, que bordó el toreo a caballo como sólo él sabe y es capaz de hacerlo: descomunal a lomos de ‘Chenel’ en su primero, y sencillamente nagnífico en el cuarto con ‘Viriato’, un caballo nenudo que es capaz de escabullirse como una lagartija en los mismos belfos del toro con piruetas inopinadas alternando el riesgo con un empaque señorial. Vayamos por partes: el primero de la tarde –‘Canastito’– fue uno de los toros más completos para rejones que se han lidiado en Logroño en los últimos años, se diría de él que era una auténtica máquina de embestir. Pablo lo paró con ‘Disparate’ y a la exigencia del astado respondió con una torería insuperable que se multiplicó con ‘Chenel’, con el que toreó primorosamente de costado. Yo le hubiera dado las dos orejas al centauro navarro. En el cuarto, otro buen toro, rayó de nuevo a gran altura hasta que llegó el turno de ‘Viriato’, con el que dictó el temple al ralentí. Hermoso lo hizo bello (bellísimo) una vez más. Diego Urdiales volvió a evidenciar que se ha instalado en una nube de máxima inspiración y cuajó otra tarde para guardar en la memoria. Las dos orejas del primer toro, ganadas a ley, son un escaso reflejo de su despliegue de técnica y torería. El toro tuvo dos virtudes máximas: acometividad y ritmo, pero un gran problema: apenas humillaba. El torero riojano comenzó con mucha parsimonia para sacárselo a los medios sin violentarle y le dejó puesta la muleta en la cara siempre jugando con las alturas del palillo y los toques. Diego tiró de técnica y tapó todos los defectos del burel para lograr, además, lances con una hondura casi inpensable para la clase de embestida del toro. La faena siempre fue a más y el estoconazo refrendó como se merecía una actuación soberbia. Dos orejas de un peso brutal.
Luque se encontró con el mejor toro de la corrida, el tercero, y su toreo pinturero y liviano estuvo muy por debajo de la calidad del astado. Final efectista con sus ‘luquesinas’, estocada y otras dos orejas que le abrieron de par en par la puerta grande de La Ribera. Pero si me había gustado Urdiales con el segundo, su faena al quinto es para paladearla por la infinidad de matices técnicos que fue capaz de desarrollar el diestro de Arnedo. El toro no regalaba nada y tras sobarlo a media altura con la mano derecha, logró una tanda por el peor pitón del toro –el izquierdo– que me pareció sencillamente imposible. Duró poco, pero creo que Diego la hizo para demostrarse a sí mismo hasta dónde es capaz de llegar. Dos tardes en Logroño, dos puertas grandes, cuatro orejas, cuatro lecciones de toreo. ¿Quién da más? Por cierto, no me olvido de su quite por chicuelinas al tercero: infinitas, voladas y rematadas con una media verónica para enmarcar. ¡Total ná!
03. Tercera de Feria / Núñez del Cuvillo - El Juli-Talavante-Fortes
TORILLOS DE CUVILLO
La corrida de Núñez del Cuvillo fue una decepción absoluta en fondo y forma. Decepcionaron las hechuras y el nulo trapío de los seis ejemplares seleccionados para Logroño y más cuando ante ellos se iba a poner delante Julián López ‘El Juli’, la máxima figura, exceptuando a José Tomás, que ahora mismo juega en una liga que cada vez se antoja más inalcanzble para el resto de los toreros. Después de José Tomás, nadie, y después de nadie... Julián López ‘El Juli’ ha encabezado el llamado G-10 y ha sufrido en sus carnes las represalias de algunas empresas dejándole incomprensiblemente fuera de ferias en las que por derecho se había ganado el puesto de privilegio que sostiene con su esfuerzo y su torería, con su maestría y poder. En Pamplona se televisó por vez primera en esta temporada y acudió a la Feria del Toro con las dos corridas peor presentadas del serial navarro (gran error). En Dax le pitaron y el torero arremetió en su twitter contra la prensa gala fijando su crítica en el periodista y escritor Andrè Viard, al que calificó como «torero frustrado». Se volvió a equivocar El Juli en aquella ocasión como lo hizo ayer en su regreso a Logroño ante una corrida de Núñez del Cuvillo, que independientemente del poco juego que ofreció, parecía mucho más una novillada que una corrida de toros como merece esta plaza. Las hechuras son la clave del toro, y excepto el quinto (un bomboncito más propio de El Puerto de Santa María que de Logroño) la corrida tuvo una construcción feísima, paupérrima, insulsa, edulcorada, anovillada y alguno incluso con carita lavada de eralote adelantado. Me dijo dijo Talavante (ver la página 18 de este ejemplar) que su gente no había visto los toros en el campo porque los había seleccionado la empresa Chopera; sin embargo, la responsabilidad de El Juli y su profesionalidad me hace dudar de que sus veedores no dieran el visto bueno al lote en El Grullo. Si los vieron y accedieron, mal; si no los vieron... peor todavía. Sin embargo, ‘El Juli’ tampoco ofreció las mejores sensaciones ante ninguno de sus dos toros. Con el primero parecía que iba a pasar algo y con el cuarto la cosa se diluyó casi desde el principio. Estuvo desangelado Julián, como ausente. Alejandro Talavante se topó con el mejor astado de la corrida y compuso una faena electrizante en la que alternó algún muletazo muy bueno con otros más regulares y con alguna arrucina de las que encandilan con su ejecución improvisada al sacarse la embestida por la espalda cuando casi nadie se lo esperaba. Sin embargó la segunda oreja pareció excesivo premio porque a la faena le faltó un punto de dominio y en ocasiones daba la sensación de una velocidad exagerada. El toro calamocheaba, se venía fuerte pero muy entregado y el diestro extremeño presentaba la muleta tan oblicua que los muletazos se escupían hacia afuera en vez de enroscarse la embestida. Mejoró al natural cuando pulseó al toro con el vuelo final de la muleta para llevarlo hasta el final. Fortes posee un valor infinito y se la jugó en los dos toros, pero faltó estructura en sus faenas y en ocasiones se le vio demasiado acelerado. Algún natural al sexto fue encomiable.
04. Cuarta de Feria / Concurso de ganaderías - El Fundi-Barrera-Castaño
LIMPIEZA DE CORRALES
La corrida concurso de ganaderías nació muerta y como tal discurrió en su lento y plomizo deambular en una tarde cálida bañanda con una luz que poco a poco se fue resbalando por la cubierta para relamir los pocos instantes lúcidos de un espectáculo aciago: la espléndida ovación del público logroñés en la despedida de José Pedro Prados ‘El Fundi’ de La Rioja y el afán de agradar de David Adalid con los palitroques.
Lo demás fue un naufragio, un desastre de principio a fin. En primer lugar tan sólo comparecieron en La Ribera dos de los seis toros anunciados en los carteles: el de La Quinta y el de Guardiola. El resto; es decir, el 66% de los astados que iban a entrar en liza, se coló sin ser anunciado y sin que nadie diera la más mínima explicación de los motivos si los hubiere de tanta baja. Por eso digo que la cosa había nacido muerta, sin el esmero que se espera por parte de una empresa que lleva dos años apostando por este tipo de festejos y que cuando presentó los carteles habló del éxito del año pasado para volverlo a programar éste.
Pues bien, la corrida concurso, más que una pasarela de ganaderías para lucir la bravura de sus seleccionados ejemplares, pareció una auténtica limpieza de corrales, un despropósito, un sindiós que hizo que el jurado se viera en la tesitura de descalificar a dos astados: el de Partido de Resina –que debería haber sido condenado a banderillas negras– y el de Guardiola; además de que el presidente enviara con toda justificación a los corrales al del Puerto de San Lorenzo por su lamentable invalidez. ¡Oiga, ni a posta!
No sé muy bien cómo se seleccionan las ganaderías ni los toros para este tipo de eventos, pero lo de ayer merece que la propiedad del coso recapacite sobre el futuro del toreo en Logroño porque el cabreo de la escasa afición que se dio cita en La Ribera fue más que evidente, generalizado y devastador.
Me dio rabia que un torerazo como ‘El Fundi’, un tipo que se ha dejado literalmente la piel ante los toros más duros y arteros durante más de 25 años de carrera, viviera tal desconsuelo, tal impotencia a sabiendas de que el asunto iba a ser imposible de toda imposibilidad desde el minuto uno hasta el final. El toro es el eje de la fiesta. ¿Se acuerda alguien? ¿Le interesa a alguien? ¿Le preocupa a alguien? Es penoso ver la entrada de ayer, los remiendos correteando por el ruedo, los toreros porfiando a sabiendas de que a la nada no se la puede torear... Y la deserción de un público que me temo que va a costar un mundo que vuelva en masa a los toros a nuestra impresionante plaza semivacía. Pero el toreo es otra cosa y si de algo me puedo alegrar es que Diego Urdiales no estuviera anunciado en esta corrida como sucedió el año pasado. Al menos, hemos avanzado en algo. Hoy hay un cartel estrella, toros de El Pilar, una ganadería extraordinaria, con Juan José Padilla, José María Manzanares y Miguel Ángel Perera. Tengo fe e ilusión en que la feria se pueda rematar con otro sabor de boca para que el invierno no sea más duro de lo que se espera, para mantener viva la llama de la afición y la esperanza de que el toreo es mucho más grande que lo que creen sus gestores.
05. Quinta de Feria / El Pilar - Pasilla-Manzanares-Perera
Y PERERA CUAJÓ A POTRICO
La corrida de ‘El Pilar’ estuvo marcada casi de principio a fin por dos actores fundamentales: el toro ‘Potrico’ y Miguel Ángel Perera; es decir, casi la perfecta conjunción entre la encastada nobleza de un astado de bandera y el poder absoluto de un torero en sazón que realizó una de esas faenas marcadas por el temple, la ligazón y la hondura. Miguel Ángel Perera arrastra tanto la muleta que para que un toro sea capaz de seguir el impulso que dicta con su poderoso trazo tiene que estar dotado de una bravura supina. Y ‘Potrico’ no sólo no se afligió en ningún momento sino que fue capaz de ir a más haciendo el avión y desplazándose de tanda en tanda con más y más ritmo. Sin embargo, el toro no regalaba nada porque era esencial estar muy firme con él en todo momento, sobre todo con el pitón izquierdo, que se metía más por dentro y que necesitaba de una media distancia esencial en el cite para aprovechar su inercia al embestir y soltar el último tramo del lance sin que enganchara el engaño. La empresa no se antojaba fácil porque estos toros de ‘El Pilar’ son complejos, exigentes y necesitan que los toques sean absolutamente precisos porque no perdonan que no los lleven siempre pefectamente gobernados. Y Miguel Ángel Perera se engrandeció como él es capaz y cuajó al gran ‘Potrico’ desde su primoroso inicio de faena hasta el final de una actuación que iba para dos orejas que se quedaron en una por ser rematada con una estocada algo caída. Una pena porque Perera había logrado varias series en redondo de enorme mérito marcadas por un toreo hondo y mu largo: citaba con la muleta muy adelantada y despedía el viaje mucho más allá de la cadera, con ritmo, temple y profundidad. Antes de cuadrar a ‘Potrico’ sucedió algo extraño porque no se sabía muy bien si el diestro extemeño iba a matar al toro o proseguir la faena. La petición fue unánime pero el palco vio con claridad dónde había caído el espadazo y optó –creo que acertadamente– por no conceder el segundo trofeo. La pena es que la bravura de ‘Potrico’ no fue recompensada como se merecía. Se lo juro, hubo momentos en los que pensé en el indulto por la enorme profundad de su entrega, por todo lo que duró a pesar de la obligación a la que fue sometido y por ése ir siempre a más que marcó su impresionante acometividad de principio a fin. Es cierto que en los primeros tercios acusó la clásica informalidad de los pupilos de esta ganadería salmantina, pero empujó con celo en el primer encuentro con el caballo, acudió con alegría al segundo puyazo y el propio Miguel Ángel Perera le enajaretó un precioso fajo de verónicas en un quite. Pues bien, se fue sin que le dieran ni una vuelta al ruedo...
Decía que la corrida había estado casi toda marcada por Perera y su toro, pero la verdad es que también hubo varias cuestiones de gran interés, como la buena actuación de Juan José Padilla que perdió varias orejas por fallar con la espada. Una en el primero y no sé lo que hubiera pasado en el cuarto, otros dos buenos toros, al igual que el sexto, que tuvo tres series tremendas por el derecho pero al que le faltó el resuello que le había sobrado a ‘Potrico’ en la primera faena de Miguel Ángel.
06. Sexta de Feria / Terrón - Hermoso-Domínguez-Hernández
ENTRE LEONARDO Y ANASAGASTI
Más allá del rabo hay esperanza, me dije ayer cuando salía de la plaza entre la apoteosis de Leonardo Hernández, la bella solidez de Pablo Hermoso de Mendoza y el desencanto de Sergio Domínguez, que protagonizó un gran tercio de banderillas a lomos de ‘Gallito’ y que volvió a dejarse la oreja en la gatera por la espada. Y digo que hay esperanza porque el gran triunfo del jinete cordobés –a todas luces inapelable– sirve para contrastar que la fe sigue moviendo montañas, y aunque me pasé buena parte de la corrida discutiendo por twitter con Anasagasti, pude comprobar que a pesar de haberse ajustado más bien poco con el sexto toro de la tarde, el público se entusiasmó con él como si hubieran visto a Cañero resucitar en La Ribera. Leonardo se convirtió en un verdadero leopardo y arañó el triunfo con uñas y dientes, pero como le dije al bueno de Iñaki, el toreo, ¡senador mío! es otra cosa. Qué barbaridad de petición y qué soltura de manos del presidente para sacar el tercer pañuelo: lo nunca visto, la plaza como enloquecida con el joven y rubio centauro... y yo venga que te dale con el jelkide para mi asombro. Sin embargo, me gustó mucho más el jinete cordobés con el primer toro de su lote –el de las dos orejas– que con el del rabo. Y básicamente a lomos de un caballo llamado ‘Templario’, con el que logró varias piruetas de escalofrío en la misma cara del buen toro ‘Bailarín’, que como el resto de sus hermanos, descontando el primero de la tarde, ofreció un juego más que interesante. No quise entrar a explicarle a Anasagasti que no es lo mismo clavar en el estribo que en la grupa y ni mucho menos que la velocidad extrema y el toreo auténtico no son buenos compañeros porque es bien sabido que en el mundo de la política se viaja con el que más conviene y el partido de don Iñaki nunca ha tenido el más mínimo reparo en cohabitar con cualquiera. Eso sí, me permití la licencia poética de explicarle que ‘Sarope’ es un caballo casi volador que me puso de pie con una banderilla en el abismo de los pitones. Pablo Hermoso de Mendoza rozó las dos orejas en el cuarto y me encantó con ‘Van Gogh’: qué suprema torería, qué forma tan elegante de consumar las suertes y de irse con insuperable guapeza de los pitones. Y Sergio Domínguez, al que la suerte sigue siendo esquiva con los aceros, volvió a reencontrase con la plaza de Logroño con su gran ‘Gallito’ en un muy buen tercio de banderillas en el que quebró con inusitada profundidad y desplegó toda su torería con gran prestancia. Acabó San Mateo con cuestiones inverosímiles, cuatro orejas y un rabo para Leonardo y yo venga a tuitear con Anasagasti.