Ferrando Terremoto tenía una voz que hace temblar el misterio, una voz sobrecogedora que no necesita ninguna clase de amplificación para resonar redonda y monumental, para resultar atronadora e irremediablemente antigua, añeja y enquistada en lo más hondo de la jondura y en lo más negro de esas voces a las que se definen como oscuras porque de ellas sólo trasciende una emoción incomprensible, palpitante; sin duda, casi un temblor que araña desde la garganta hasta el corazón pero del que nadie es capaz de dibujar ni hacer cartografías ni tratados. Su persona nos dejó no hace mucho tiempo, pero a mí me sigue pareciendo que está vivo.