Diego Urdiales,
al igual que sucedió la temporada 2011 y el lunes pasado, volvió a
conquistar el coso de Vista Alegre merced a una actuación para el
recuerdo en la que hizo un auténtico despliegue de ciencia lidiadora,
valor y clasicismo ante tres toros de la legendaria ganadería de
Victorino Martín. Y si en anteriores ocasiones las principales tribunas
periodísticas nacionales se habían rendido ante el toreo del diestro
arnedano, en esta ocasión la unanimidad de la crítica taurina no tiene vuelta de hoja. He aquí algunos de los ejemplos más significativos.
Zabala de la Serna, en El Mundo. 'De fieras corrupias, hombres y toros'
"Urdiales cruzó la delgada línea roja con un cuarto
victorino se que se hacía el dormido en el caballo y en las suertes.
Sabor añejo de Diego el de Arnedo en la parada genuflexa en lances
poderosos de lidia antigua. Conscientemente Diego Urdiales se jugó la
vida a puro huevo. Hasta que, ofrecida la izquierda, cobró el tributo
que el toreo tantas veces exige: un volteretón, los pitones zigzagueando
su cabeza contra el ruedo, inmóvil el torero, sin rodar, sin
posibilidad de escape, minutos eternos (....) Urdiales volvió a ofrecer
una dimensión cabal con el sexto que mataba por Castaño. Un tío toro y
un tío el torero. Halló las teclas precisas para que los viajes
manejables y matizables encontraran la muleta puesta y presente siempre,
pues su embestida tendía a nunca terminar de humillar. Toreo del que no
pasa de moda ni atiende a las modas. La zurda elevó la temperatura con
el corazón templado. Superiores los naturales, el encaje, la colocación,
la espera. Por fin caía el trofeo perseguido en una Semana Grande que
incorpora su nombre al palmarés de los escritos en letras de oro".
Álvaro Suso, en El País. 'Un buen final'
"Castaño no pudo volver al ruedo y Urdiales tuvo que
matar tres victorinos. Complicados, de los de jugarse la vida de verdad.
De los de llegar a la habitación rendido, reventado por el esfuerzo. En
el primero pudo respirar algo más, porque el animal tuvo momentos de
entrega, pero el de Arnedo dio dos tandas de naturales en el sexto en
las que se jugó la vida en cada muletazo. Un natural de aquellos vale
por treinta de los de otros días, de esos que estilan las figuras. Ayer
nadie se puso bonito, ayer se jugaron la vida en faenas de importancia.
Un año más Urdiales toca pelo en Bilbao y fue despedido aclamado por sus
tres faenas en las que se arrimó con valor y supo recetar derechazos
templados como hizo en el cuarto".
Javier Villán, en El Mundo. 'La estrategia del cazador'
"El corazón seco y salvaje de Urdiales se impuso a la
fiereza de los victorinos, que estuvieron a punto de partirle la madre.
Hace pocos años, Diego vagaba por esta galería de periodistas. Quizá
soñaba con tardes como ésta, con infiernos de gloria como el de la oreja
del sexto. Esas tandas de naturales añejos y de aromada solera tardarán
en verse en las plazas de Iberia. No creo que esto lo aprendiera de los
periodistas, porque de los periodistas nada bueno se puede aprender.
Pero es cierta una cosa: cada peripecia de Diego se siente en estos
palcos como algo propio; no te fies, Diego, pero es verdad".
Carlos Illán, en Marca. '¡Qué grande Diego Urdiales!'
"Pero en la tarde del salario del miedo surgió Diego
Urdiales para dar toda una antología del toreo más puro y de un valor de
centurión. Ya se fajó como un león con el primero, una fiera que hacía
hilo y al que embarcó sobre la derecha. El cuarto rebañaba de lo lindo.
Pero Urdiales le pudo hasta qure fue cogido. Pero no se amilanó y en el
que mató por Castaño se agigantó para bordar el natural y componer una
faena de hondura infinita sobre la base del toreo más auténtico. La
oreja que cortó no hace justicia al conjunto de los tres toros que mató
ayer. Eso era de laureles".
Patricia Navarro, en La Razón. 'Tarde apta sólo para valientes!'
"Lo mejor estaba por llegar. Quién lo diría. Diego
Urdiales se inventó toro y oreja. El Victorino que cerró plaza iba y
venía sin humillar. La cara alta, la entrega justa y la incertidumbre
integrada en el muletazo. Tragó una barbaridad. Se puso a torear por la
izquierda con la misma pureza que si tuviera en frente a un toro de
bandera. Y no era el caso. Fue creando ante el expectante público un
trasteo de una dimensión apabullante. Convencidos todos. Rendidos de
nuevo a Diego Urdiales. Se perfiló a matar. Hizo la suerte quizá en dos
tiempos y el premio fue sólido y definitorio. No había sido una tarde
más. Era sólo apta para valientes y toreros buenos".
Jon Mújika, en Deia. 'Un roble entre las malas hierbas'
"Abiertas las puertas del infierno, Diego Urdiales se
empeñó en tocar el cielo con sus manos. Lo logró durante toda la tarde,
en una actuación redonda y soberana con la que se sobrepuso a la noche
negra de los vitorinos, alumbrándola con los faroles de su capa, su
muleta y un par muy buen puesto allá donde debe. Toreó toda la tarde
Diego como si él fuese el elegido, el hombre encargado de andar sobre
las turbulentas aguas de los vitorinos, que llegaron hasta Vista Alegre
cargados de maldad, como si fuesen una jauría de perros rabiosos o los
cuatro hijos de Satán. Y vaya si anduvo. O más se mantuvo firme de
pulso, con un corazón de león que le boxeaba en el pecho a cada
dentellada de sus dos toros -ambos hicieron presa en él, el cuarto de la
tarde llegando incluso a golpearle con el pitón en el rostro antes de
que le arrancase una tanda de naturales tan agónicos y vibrantes que
provocaron, incluso, una suave nevada de pañuelos...-, no para que se
acuartelase en sus trincheras sino pidiéndole más, siempre un paso más.
Visto así puede decirse que Diego Urdiales toreó por co...razones. Él
era un roble entre las malas hierbas, un faro en medio de la tempestad
cuando la corrida se antojaba una visita trepidante a la casa de los
horrores".
Javier Hernández, en Cultoro. 'Tres toreros y una persona'
"El eco, la trascendencia, la respuesta al toreo
verdadero es algo que le cuesta a Bilbao, tan aplaudidor otras veces al
banal molinete de filigrana, al chicotazo o al pingüi. La faena de
Urdiales encontrará ese eco con el paso del tiempo, con el poso, una vez
masticada y analizada. Ese menudo riojano que gustó de pasarse cerca al
que dejó Castaño, al más serio de los Victorinos. Que lo chocó, lo
dominó y lo enceló con los flequillos de su seductora muleta para
ponerlo en ritmo lento y torear abandonado en naturales eternos. Era el
toreo eterno en una tarde de toros para los hooligans del toro. Una
estocada corta en las agujas y una oreja que saben a dos. O nada, porque
lo mismo da el sabor de un trozo de carne con pelos cuando se ha hecho,
sentido y paladeado el toreo".
Covadonga Sáiz Bernuy, en Burladero.com
'La izquierda prodigiosa del toreo': "No se puede torear
con más verdad, con más torería y más despacio a un Victorino. 15
muletazos para el recuerdo. Un torero de honor, de hombría , de
apabullante serenidad y torería. Tras una estocada casi entera en el
sitio, Urdiales alzó los brazos emocionado, con lágrimas en los ojos. Y
sacó Matías la oreja porque no había duda, ni como presidente ni como
aficionado. Se aplaudió al toro y Bilbao se entregó a Urdiales en su
vuelta al ruedo, emotiva, sentida, merecida, esperada y ganada. AL
final, Diego y Victorino, una historia de amor con final feliz porque no
se puede torear mejor a estos toros, y debería reflejarse en el número
de contratos de Diego en la temporada de 2013. Verdaderamente....iba a
ser uno de Victorino quien le diera Diego de nuevo la oportunidad de
revelar una vez más su grandeza y la de una mano izquierda prodigiosa. Y
así fue. Y con el corazón en un puño por el miedo pasado y la emoción
vivida...hasta el año que viene, Bilbao".