Mi nombre es Miguel Ángel Perera, y soy Matador de toros.
Sí, esta es mi profesión. Como quien es Abogado, Médico o Economista. Solo que para ser licenciado en ello no existe Universidad. Se aprende mientras se va viviendo una vida llena de sacrificios desde que se es un crío. Sí, desde niño tuve claro que quería ser torero, y a ello le dedico todo lo que soy, pues todo lo que soy me lo ha dado el toro.
Tengo la conciencia más que tranquila. Sé que no hago nada malo ni inmoral. Entiendo que algunos lo vean como un espectáculo cruel, pues ha sido así desde que el mundo es mundo. Podría extenderme y contar cómo ha habido defensores y contrarios a lo largo de la historia. Pero es un tema muy manido. Yo quiero, mediante estas líneas, defender mi condición de torero. ¿Qué hay de malo en ello? ¿Por qué quienes se amparan en el poder creen que tienen derecho a prohibir absolutamente nada? A ellos los elige el pueblo; a nosotros es el pueblo quien nos respalda. Porque el pueblo es el público. Sin público, no hay espectáculo. Pero yo no toreo por ser visto, por ser aclamado. Toreo porque es así como me siento, como me interpreto a mí mismo. Siendo torero soy persona. En la cara del toro me siento libre.
¿Que si me considero artista por ello? Podría ser. Se asemejaría a cualquier hombre creativo que a través de su pincel –en el caso del pintor-, o de la pluma –en el caso del escritor-, refleja lo que lleva dentro. Como lo reflejó Goya cuando dibujó La Tauromaquia, o Federico García Lorca cuando evocó a Ignacio Sánchez Mejías en la famosa Elegía. Soy Miguel Ángel Perera, matador de toros, y lo digo con orgullo. Y mi libertad para ejercer mi oficio, que es mucho más que eso -pues se considera una forma de vida-, no ha de verse coartada en pro de nada, y menos en pro de un desconocimiento absoluto de lo que es mi profesión, pues quienes así proceden queriendo acabar con ella, sólo demuestran una ignorancia total de lo que es la cultura del toro.
La ignorancia es atrevida. Y el atrevimiento no es valor, sino mero impulso, arrebato que pone en peligro a quien lo ejercita. Sin embargo, el toreo es valor, conocimiento, concentración, superación personal, sacrificio, arresto, respeto, liturgia, vida, muerte, gloria, silencio, constancia, belleza, plasticidad…
Y verdad. La verdad más grande que existe en este mundo, por la que lucharé durante toda mi vida y por la que haré todo lo que esté en mi mano para rendirla el respeto que me merece, ya no solo como mi forma de vida, sino como forma en la que muchas personas en este mundo consideran una elección de ocio y cultural. Tanto ellos como nosotros estamos juntos en el mismo barco.
Vaya desde aquí todo mi apoyo a los ciudadanos de Petro (Bogotá), y mi repulsa más sincera hacia quienes proceden de manera dictatorial.
Miguel Ángel Perera
En Olivenza (Badajoz), a 12 de julio de 2012.