Santiago Martín 'El Viti' diagnosticó el toreo en el pregón del Club Taurino y se preguntó en voz alta: «¿Se le ha restado dureza a lo que implica ser torero? ¿Le hemos quitado importancia al riesgo»
Pervive en Santiago Martín 'El Viti' aquel poso melancólico de su figura de torero «serio como un misal cerrado» que escribió algún cronista de antaño; sobrevive sin ambages en su anatomía aquel ascetismo de encina, y aunque explique que cuando lo paran por la calle y le preguntan si usted es 'El Viti' que contesta que «lo que queda de él», la realidad es que el gran torero de Salamanca expresa con soberbia lucidez la hondura de su tauromaquia y el respeto colosal que siente por el toro: «Lo amo y lo amé incluso más que cualquier otra cosa que tuviera alrededor en mi vida. Ahí está mi mujer y ella lo sabe». El Club Taurino Logroñés celebró ayer la primavera con el pregón de un torero que se mire por donde se mire está entre los diez más grandes de la historia por su impresionante tronco muleteril, por su concepto y porque fue capaz de mandar y distinguirse en una época de gigantes: Camino, Puerta, Ordóñez... Con ellos compartió cientos de patios de cuadrillas, miedos y anhelos a pesar de que cuando tomó la alternativa sólo tenía firmadas tres corridas: dos en Madrid y una en Pamplona: «Tras la primera tarde de Las Ventas, esa misma noche, mi apoderado había firmado noventa contratos. Y me arrimé siempre igual, cuando no tenía nada y cuando estaba en lo más alto del toreo». Santiago Martín 'El Viti' mantiene una cabellera blanca envidiable, impecable en su ademán, torero de la madurez que ahora subraya que el toro es lo más grande: «Se lo debo todo. De mozalbete yo era un ser lleno de complejos, un ser retraído, y gracias al toro logré un desarrollo personal impresionante; el toro me dio la libertad, la vida, la capacidad de expresar todo lo que sentía frente a él. Y recuerdo mis conversaciones y lo que había oído hablar a otros toreros en las que apenas nos referíamos a él. Siempre estábamos por delante los toreros. Sin embargo, pronto comencé a tomar verdadera conciencia de lo que significaba para la fiesta, su importancia crucial y definitiva. Si no hay toro no puede haber toreo». El diestro de Salamanca dijo que por los gustos actuales se ha forjado un toro más perfecto, más noble, pero que todo eso le ha ido restando fulgor. El toro ha perdido la emoción y eso ha desvirtuado el toreo. Por eso admiro a las ferias y a las plazas que han sido capaces de recrecerse con la presencia del toro como eje fundamental de ese renacimiento». Y puso varios ejemplos: «Pamplona, Bilbao y toda la Francia taurina, en la que existe un respeto reverencial hacia el animal».
Optimista ante el futuro
A pesar de la debilidad de los astados, 'El Viti' se declaró optimista frente al futuro de la fiesta: «Llevo toda mi vida escuchando que esto se acaba; que incluso lo comentaban entre Joselito y Belmonte. Pero yo estoy seguro de que para que continúe hay que devolverle el protagonismo al animal». El matador se preguntó en voz alta: «¿Se ha humanizado en exceso la fiesta? O quizás se ha insignificado su propio concepto de humanidad. ¿Se le ha restado dureza a lo que implica ser torero? ¿Se le ha quitado importancia al riesgo». Y 'El Viti' recordó que también en su época había profesionales que se tomaban a chirigota el toreo «y no les decíamos nada». Una de las anécdotas más jugosas que recordó le sucedió en Bilbao: «Había entrado en una sustitución muy importante, la de Antonio Ordóñez. Al acabar la corrida se presentó en el hotel un emisario del empresario -Don Pablo 'Chopera', abuelo de los propietarios de la plaza de La Ribera- y dejó 400.000 pesetas extras a lo pactado en el contrato. Le dije a mi apoderado que le devolviera el dinero, que lo pactado era lo pactado y que para próximas corridas ya se ajustaría un precio nuevo». El gran torero salmantino habló de la televisión y no se mostró muy a favor de la emisión de tantos festejos a través de la pequeña pantalla: «Nuestra fiesta pierde gran parte de su capacidad de sorpresa en la tele; es cómoda porque permite seguir los principales acontecimientos de la temporada, pero no expresa su grandeza. La corrida del siglo fue mucho más grandiosa en la plaza que en la tele», recordó. / Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja.