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martes, 24 de abril de 2012
¿PERDONAREMOS AL REY?
El Rey ha pedido perdón a los españoles y hemos escuchado su voz con tanto asombro como me imagino que sintieron los japoneses cuando oyeron a su emperador inmortal hablar tras la rendición atómica a los norteamericanos al finalizar la II Guerra Mundial. El Rey, con la cadera tan rota como buena parte de su prestigio, ha ofrecido una prueba irrefutable de la humanidad que le ha adornado desde que los ciudadanos de este país vieron en él la encarnación de muchas aspiraciones tras cuarenta años de dictadura. De él no se fiaba nadie, ni los del búnker, ni los socialistas, ni la derecha despedigada en aquella sopa de letras incomprensible, ni el ejército ni los intelectuales. Nadie, ni Suárez. Sin embargo, gracias a su determinación, logró transformar su delfinato franquista en algo parecido a una especie de padre afable de la patria. De él se saben muchas cosas pero se ignora casi todo. Mil y un rumores sobre su vida privada, que si salía en moto a transitar por los pecados de la noche de Madrid, que si pilotaba su propio helicóptero como cualquier español (esto lo escuché en Radio Nacional), que si tenía o tuvo una novia o muchas... Su imagen se ha ido marchitando hasta caer en el ridículo de una cacería en África aunque le quitaran el sueño las intolerables cifras del paro juvenil. Y esos yernos, y esos negocios turbios de Urdangarín, y aquella Eva Sanun o Isabel Sartorius de su hijo, el príncipe callado que apenas musita sin salirse del guión y que parece maniatado por una madre, la Reina, que le contó todo a Pilar Urbano mientras relataba cómo amanecía el juez Garzón cada mañana. Ha hablado y ha pedido perdón, y ha prometido que no lo va a hacer nunca más. ¿Se imaginan a ustedes a un presidente del Gobierno haciendo algo ni remotamente parecido? / Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja en una sección que se llama Mira por dónde y aparece los jueves.